viernes, 30 de junio de 2017

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¿Martín Lutero tenía razón?

Por José Miguel Arráiz

Martín LuteroDesde hace ya algún tiempo se ha hecho costumbre escuchar de altos prelados de la Iglesia reconocimientos y elogios a la figura de Lutero. Se ha dicho de todo, desde loas moderadas en donde se admite que pudo estar movido por una buena y recta intención, a alabanzas desmesuradas en donde se le sitúa como parte de la gran Tradición de la Iglesia o hasta se admite que tuvo razón en lo referente a la doctrina de la justificación. Desde la perspectiva de un laico quiero en este artículo compartir lo que considero acertado y desacertado de estos elogios políticamente correctos en la época actual sobre la figura y doctrina de Lutero.


Sobre las buenas intenciones de Martín Lutero

Conocer a ciencia cierta cuáles eran las intenciones de Lutero para actuar como lo hizo en tiempos de la reforma protestante es imposible, pues como todos sabemos, el fuero interno solo lo conoce Dios. Lo que sí podemos es formarnos una opinión aproximada y falible evitando caer en juicio temerario en base a lo que el propio Lutero admitía y el  estudio objetivo de los hechos históricos. Desde esta perspectiva en el mejor de los casos lo máximo que se podría admitir, como mera posibilidad, es que Lutero pudo haber actuado con lo que se conoce como conciencia recta aunque errónea.

Tal como se nos ha enseñado tradicionalmente, actúa en conciencia recta quien juzga de la bondad o malicia de un acto con fundamento y prudencia, a diferencia de la conciencia falsa, que juzga con ligereza y sin fundamento serio. Actúa en cambio con conciencia verdadera aquél que además de actuar en conciencia recta, acierta en su juicio y actúa de acuerdo al orden moral objetivo. No debe confundirse la conciencia recta con la verdadera. Una persona puede actuar con conciencia recta cuando con sus limitaciones ha puesto todo el empeño en actuar correctamente independientemente de que acierte (conciencia verdadera) o se equivoque por algún error especulativo (conciencia errónea).  Actúa en conciencia recta invenciblemente errónea quien luego de haber hecho todo lo posible por actuar correctamente, aún así erra pero actuando de acuerdo a lo que su conciencia le dicta, conciencia que en este caso, estaría formada deficientemente. 

En los propios escritos de Lutero le encontramos admitiendo que sufrió una intensa lucha interior en donde le atormentaba pensar que podía haber obrado equivocadamente, pero que finalmente quedó convencido de que actuaba para la gloria de Dios. Escribió Lutero a este respecto:

“Una vez (el diablo) me atormentó, y casi me estranguló con las palabras de Pablo a Timoteo; tanto que el corazón se me quería disolver en el pecho: 'Tú fuiste la causa de que tantos monjes y monjas abandonasen sus monasterios'. El diablo me quitaba hábilmente de la vista los textos sobre la justificación... Yo pensaba: 'Tú solo eres el que ordenas estas cosas; y, si todo fuese falso, tú serías el responsable de tantas almas que caen al infierno'. En tal tentación llegué a sufrir tormentos infernales hasta que Dios me sacó de ella y me confirmó que mis enseñanzas eran palabra de Dios y doctrina verdadera” (Martín Lutero, Tisch. 141 I 62-63.)

“Antes de todo, lo que tenemos que establecer es si nuestra doctrina es palabra de Dios. Si esto consta, estamos ciertos de que la causa que defendemos puede y debe mantenerse, y no hay demonio que pueda echarla abajo... Yo en mi corazón he rechazado ya toda otra doctrina religiosa, sea cual fuere, y he vencido aquel molestísimo pensamiento que el corazón murmura: '¿Eres tú el único que posees la palabra de Dios? ¿Y no la tienen los demás?'... Tal argumento lo encuentro válido contra todos los profetas, a quienes también se les dijo: 'Vosotros sois pocos, el pueblo de Dios somos nosotros'” (Martín Lutero, Tisch. 130 I 53-54)

Parece ser que Lutero nunca se libró de la duda y a lo largo de los años volvía a él un persistente remordimiento de conciencia al que identificaba como tentaciones del demonio. En el año 1535, a la ya avanzada edad de 52 años, admite que todavía encuentra el argumento “muy especioso y robusto de los pseudo-apóstoles”, que le impugnan de este modo: “Los apóstoles, los Santos Padres y sus sucesores nos dejaron estas enseñanzas; tal es el pensamiento y la fe de la Iglesia. Ahora bien, es imposible que Cristo haya dejado errar a su Iglesia por tantos siglos. Tú solo no sabes más que tantos varones santos y que toda la Iglesia... ¿Quién eres tú para atreverte a disentir de todos ellos y para encajarnos violentamente un dogma diverso? Cuando Satán urge este argumento y casi conspira con la carne y con la razón, la conciencia se aterroriza y desespera, y es preciso entrar continuamente dentro de sí mismo y decir: Aunque los santos Cipriano, Ambrosio y Agustín; aunque San Pedro, San Pablo y San Juan; aunque los ángeles del cielo te enseñen otra cosa, esto es lo que sé de cierto: que no enseño cosas humanas, sino divinas; o sea, que (en el negocio de la salvación) todo lo atribuyo a Dios, a los hombres nada” (WA 40,1 p.130-31)

Lo cierto es que si tal buena intención existió, la soberbia poco a poco le llevó a alejarse cada vez más del ideal evangélico, llenando su corazón de odio y maldiciones, como el mismo admitió:

“Puesto que no puedo rezar, tengo que maldecir. Diré: Santificado sea tu nombre, pero añadiré: Maldito, condenado, deshonrado sea el nombre de los papistas y de todos cuantos blasfeman tu nombre. Diré: Venga tu reino, y añadiré: Maldito, condenado, destruido sea el papado con todos los reinos de la tierra, contrarios a tu reino. Diré: Hágase tu voluntad, y añadiré: Malditos, condenados, deshonrados y aniquilados sean todos los pensamientos y planes de los papistas y de cuantos maquinan contra tu voluntad y consejo. Verdaderamente, así rezo todos los días oralmente y con el corazón sin cesar, y conmigo todos cuantos creen en Cristo” (Martín Lutero, WA 30,3 p.470).

El cardenal Joseph  Ratzinger, antes de ser Papa a este respecto puntualizó:

“Hay que tener en cuenta no sólo que existen anatemas por parte católica contra la doctrina de Lutero, sino que existen también descalificaciones muy explícitas contra el catolicismo por parte del reformador y sus compañeros; reprobaciones que culminan en la frase de Lutero de que hemos quedado divididos para la eternidad. Es éste el momento de referirnos a esas palabras llenas de rabia pronunciadas por Lutero respecto al Concilio de Trento, en las que quedó finalmente claro su rechazo de la Iglesia católica: “Habría que hacer prisionero al Papa, a los cardenales y a toda esa canalla que lo idolatra y santifica; arrastrarlos por blasfemos y luego arrancarles la lengua de cuajo y colgarlos a todos en fila en la horca… Entonces se les podría permitir que celebraran el concilio o lo que quisieran desde la horca, o en el infierno con los diablos”. (Card. Joseph Ratzinger, Iglesia, Ecumenismo y Política. Nuevos ensayos de eclesiología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1987, pp. 120).

Una vez sumido en esa espiral de locura, todo aquel que difería con Lutero en cualquier punto de doctrina o le considerase su enemigo era objeto de los calificativos más soeces y vulgares. Al duque Jorge de Sajonia le llama “asesino”, “traidor”, “infame” “sicario”, “derramador de sangre”, “tunante desvergonzado”, “mentiroso”, “maldito”, “perro” “sanguinario”, “demonio”. Los insultos al Papa siempre fueron una constante y es casi imposible contabilizarlos: “anticristo maldito”, “borriquito papal”, “asno papal”, “obispo de los hermafroditas y el papa de los sodomitas”, “apóstol del diablo”. No solo los católicos eran objeto de sus oprobios, sino que ya alcanzaban a los mismos protestantes. A Tomas Münzer le llamó “archidemonio que no perpetra sino latrocinios, asesinatos y derramamientos de sangre”, su aliado Andreas Karlstadt cuando diverge con él pasa a ser un “sofista, esa mente loca”, “mucho más loco que los papistas”. Lo mismo sucede con Ulrico Zuinglio, quien cuando niega la presencia de Cristo en la Eucaristía, pasa a ser “dignísimo de sacro odio, ya que tan procaz y maliciosamente obra en nombre de la santa palabra de Dios” y un “servidor del diablo”.

Es evidente que no era Lutero precisamente la persona ideal para intentar reformar la Iglesia, y ya pasados tantos siglos de aquellos acontecimientos, está claro que la figura del reformador protestante no tiene por qué seguir separando a católicos y protestantes. Yo mismo, que no siento simpatía por tan siniestro personaje, no tendría problema en admitir que pudo haber tenido al comienzo justa indignación por los abusos en el tráfico de indulgencias, o que estaba sinceramente convencido de estar en la verdad. Admitir esto, no veo que sea concederle un gramo de razón.

Sobre el oscurecimiento del sentido de la gratuidad de la salvación en la Iglesia Católica

Pero otra de las alabanzas que se suelen escuchar respecto a la figura de Lutero, y que ya comienza a ser preocupante, es aquella donde se admite y sostiene que durante siglos en la Iglesia Católica se perdió el sentido de la gratuidad de la salvación divina y fue Lutero quien tuvo el mérito de recuperarla. A este respecto, se puede mencionar concretamente la predicación que el padre Rainiero Cantalamessa en Marzo del presente año en la Basílica de San Pedro, donde afirmó lo siguiente:

“Existe el peligro de que uno oiga hablar acerca de la justicia de Dios y, sin saber el significado, en lugar de animarse, se asuste. San Agustín ya lo había explicado claramente: “La ‘justicia de Dios’, escribía, es aquella por la cual él nos hace justos mediante su gracia; exactamente como ‘la salvación del Señor’ (Sal 3,9) es aquella por la cual él nos salva” (El Espíritu y la letra, 32,56). En otras palabras, la justicia de Dios es el acto por el cual Dios hace justos, agradables a él, a los que creen en su Hijo. No es un hacerse justicia, sino un hacer justos. «Lutero tuvo el mérito de traer a la luz esta verdad, después de que durante siglos, al menos en la predicación cristiana, se había perdido el sentido, y es esto sobre todo lo que la cristiandad le debe a la Reforma, la cual el próximo año cumple el quinto centenario. “Cuando descubrí esto, escribió más tarde el reformador, sentí que renacía y me parecía que se me abrieran de par en par las puertas del paraíso”[Prefación a las obras en latín, ed. Weimar, 54, p.186.]» ”

Si bien es posible que en la época de Lutero algunos predicadores de las indulgencias pudieron dejar en segundo plano la doctrina sobre la gratuidad de la gracia (desconozco hasta que punto), no es justo achacar esto a la predicación cristiana de la Iglesia durante siglos. Como bien hizo notar el sacerdote y doctor en teología, José María Iraburu en un artículo publicado recientemente, sostener esto es hacer una gran injusticia hacia aquellos predicadores que más prestigio e influencia tuvieron en la cristiandad de su tiempo, tanto antes, en y después de la época de Lutero, y que enseñaron siempre la verdadera doctrina católica de la gracia y la justificación, y estaban libres de toda peste de pelagianismo o semipelagianismo. Entre ellos recordó a Santa Hildegarda de Bingen (+1179), Santo Domingo de Guzmán (+1221), San Francisco de Asís (+1226), San Antonio de Padua (+1231), Beato Ricerio de Mucia (+1236), David de Augsburgo (+1272), Santo Tomás de Aquino (+1274), San Buenaventura (+1274), Santa Gertrudis de Helfta (+1302), Santa Ángela de Foligno (+1309), maestro Eckahrt (+1328), Taulero (+1361), Beato Enrique Suson (+1366), Santa Brígida de Suecia (+1373), Santa Catalina de Siena (+1380), Ruysbroeck (+1381), Beato Raimundo de Capua (+1399), San Vicente Ferrer (+1419), San Bernardino de Siena (+1444), San Juan de Capistrano (+1456), Tomás de Kempis (+1471), Santa Catalina de Génova (+1507),  Bernabé de Palma (+1532), Francisco de Osuna (+1540), San Ignacio de Loyola (+1556), San Pedro de Alcántara (+1562), San Juan de Ávila (+1569), y tantos otros.

¿Realmente se puede afirmar con justicia que estos santos, doctores, predicadores y maestros espirituales desconocieron  en sus predicaciones la gratuidad de justificación del hombre por la gracia que en la fe tiene su inicio? ¿Obscurecieron en su tiempo, «durante siglos», «al menos en la predicación» al pueblo, el entendimiento de la salvación como pura gracia concedida por el Señor gratuitamente? Las predicaciones de todos esos maestros y doctores, conservadas hoy día son una clara evidencia de que eso no es cierto, y aunque tengamos el más noble deseo de mejorar las relaciones con nuestros hermanos luteranos, la solución no puede ser lanzar injustamente a nuestros antepasados en la fe, a las patas de los caballos.

Diferencias entre la doctrina católica y la luterana

Para comprender cuales son las diferencias reales que subsisten entre la doctrina católica y la luterana, tenemos que resumir, aunque sea muy brevemente, los errores del ex-monje alemán.

La concupiscencia es siempre pecado

Los católicos creemos que se comete pecado al consentir el impulso pecaminoso, no simplemente al sentir-lo. Para Lutero en cambio, la concupiscencia es pecado ya en sí mismo, formal e imputable. Este primer error llevó a Lutero a una vida de tormento, porque a pesar de todas las buenas obras que intentaba hacer, no lograba alcanzar la paz interior al sentirse constantemente en pecado mortal y próximo a la condenación eterna. En este estado psicológico Lutero es conducido hacia su segundo error: la negación total de la libertad humana.

El hombre no es libre

Tal como sostiene Lutero en su obra De Servo Arbitrio, el pecado original ha destruido totalmente el libre albedrío de la persona humana. Para el ex-monje alemán, el hombre es ya incapaz de hacer alguna obra buena, por tanto todas sus obras aunque sean de apariencia hermosa, son,  no obstante, y con probabilidad, pecados mortales…  y si las obras de los justos son pecado, como lo afirma su conclusión, con mayor motivo lo serán las de los que aún no están justificados.

La doctrina católica enseña en cambio, que a raíz del pecado original el libre albedrío se encuentra debilitado pero no aniquilado, y que aunque para efectuar actos saludables (actos que le conducen a la salvación) es imprescindible la gracia de Dios, aun puede realizar sin ayuda de la gracia obras moralmente buenas.

El hombre se justifica por la sola gracia a través de la fe fiducial, o fe sola.

El tercer error de Lutero parte del anterior, pues concluye que si el hombre no es libre, aquellos que se salvan lo hacen porque Dios les otorga la salvación de una forma absolutamente pasiva y extrínseca. El hombre no coopera en nada por su salvación, sino que  todo se resuelve por la certeza subjetiva de haber sido justificado por la fe gracias a la imputación de los méritos de Cristo. Basta con aceptar a Cristo como salvador y confiar en estar salvado para asegurar la salvación, independientemente de si se obra conforme a la voluntad de Dios o se incumple los mandamientos.

Desde esta perspectiva el hombre sigue siendo pecador pero es declarado justo, de forma similar a que si tomáramos un hombre andrajoso y harapiento y lo cubrimos sin asear con una túnica espléndidamente blanca. Al mirarlo, el juez miraría la túnica blanca y resplandeciente (que representa a Jesucristo, que ha muerto por nuestros pecados) en lugar del harapiento que se encuentra debajo.

Los católicos en cambio creemos que podemos cooperar a nuestra justificación, no con nuestras propias fuerzas, sino porque la gracia nos inspira y nos capacita para hacerlo. Creemos además que Dios no sólo nos declara justos, sino que también nos hace justos; que nos santifica y renueva, de modo que, por medio de la gracia somos una nueva criatura. Por consiguiente, debemos vivir como nueva criatura. La fe debe hacerse efectiva en el amor, en el cumplimiento de los mandamientos y las obras de caridad.

La doctrina luterana aún barnizada piadosamente, y aunque pretende dar a la gracia la primacía, en el fondo presenta una noción deficiente de la misma, que la cree impotente a la hora de transformar al hombre y hacerlo verdaderamente santo, conformándose solo con declararlo justo, pero dejándolo inmundo y pecador.

Los justificados no pueden perder su salvación

Si se concluye erróneamente que el hombre se salva por la fe sola, es comprensible que concluya que el creyente justificado no puede perder su salvación aunque no obedezca los mandamientos y cometa pecados graves. De allí que en 1521, el primero de agosto, escribe Lutero en una carta a Melanchthon:

“Si eres predicador de la gracia, predica una gracia verdadera y no ficticia; si la gracia es verdadera, debes llevar un pecado verdadero y no uno ficticio. Dios no salva a los que son solamente pecadores ficticios. Sé un pecador y peca audazmente, pero cree y alégrate en Cristo aun más audazmente… mientras estemos aquí [en este mundo] hemos de pecar… Ningún pecado nos separará del Cordero, aunque forniquemos y asesinemos mil veces al día”.

Los católicos en cambio creemos que el creyente justificado puede caer del estado de gracia de Dios si comete pecado mortal. El evangelio está lleno de advertencias en este sentido. Cristo nos habla de que aquella rama (creyente) que a dejar de dar fruto (hacer buenas obras), es cortada y echada al fuego (Juan 15) y deja claro que no solo el que confiesa su fe en Él entrará el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Dios (Mateo 7,21).  Cuando el joven rico pregunta a Jesús que ha de hacer para salvarse, Él le responde que cumpla los mandamientos (Mateo 19,17). La epístola de Santiago en su capítulo 2 contiene prácticamente una refutación formal a las tesis de Lutero, al punto de que éste intentó por todos los medios excluirla de la Escritura y la calificó como "la epístola de paja".

Los errores derivados de la doctrina de Lutero

Pero los errores de Lutero no terminaron allí, y como una cadena de naipes que caen en fila, se siguieron multiplicando. En tal sentido puntualizó el cardenal Joseph Ratzinger:

“Lutero, tras la ruptura definitiva, no sólo ha rechazado categóricamente el papado, sino que ha calificado de idolátrica la doctrina católica de la misa, porque en ella veía una recaída en la Ley, con la consiguiente negación del Evangelio. Reducir todas estas confrontaciones a simples malentendidos es, a mi modo de ver, una pretensión iluminista, que no da la verdadera medida de lo que fueron aquellas luchas apasionadas, ni el peso de realidad presente en sus alegatos. La verdadera cuestión, por tanto, puede únicamente consistir en preguntarnos hasta qué punto hoy es posible superar las posturas de entonces y alcanzar un consenso que vaya más allá de aquel tiempo. En otras palabras: la unidad exige pasos nuevos y no se realiza mediante artificios interpretativos. Si en su día [la división] se realizó con experiencias religiosas contrapuestas, que no podían hallar espacio en el campo vital de la doctrina eclesiástica transmitida, tampoco hoy la unidad se forja solamente mediante variopintas discusiones, sino con la fuerza de la experiencia religiosa. La indiferencia es un medio de unión tan sólo en apariencia.” (Card. Joseph Ratzinger, Iglesia, Ecumenismo y Política. Nuevos ensayos de eclesiología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1987, pp. 120-121).

Dicho de lenguaje simple, las diferencias existen, e ignorarlas no hará que desaparezcan, punto que trataré a continuación.

¿Estamos hoy en día de acuerdo católicos y protestantes en lo referente a la doctrina de la justificación?

El Papa Francisco aludiendo al acuerdo católico-luterano respecto a la justificación de 1999 declaró en una entrevista que “hoy en día, los protestantes y los católicos están de acuerdo en la doctrina de la justificación”.

Con todo el respeto que se merece el Papa, y comprendiendo que este tipo de declaraciones pueden estar motivadas por la buena intención de buscar un acercamiento entre católicos y protestantes, creo que si somos realistas tenemos que aceptar que la situación es muy distinta. En primer lugar, había que matizar que dicha declaración solamente fue firmada por la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial. Dicha Federación representa solo un conjunto de iglesias luteranas, las cuales no abarcan ni al 7% del protestantismo y ni siquiera a la totalidad del luteranismo. Es un hecho lamentable pero cierto que el rechazo del acuerdo fue prácticamente total por el resto de las denominaciones cristianas incluyendo las bautistas, metodistas, calvinistas, pentecostales, etc.

Y como hizo notar acertadamente Luis Fernando Pérez en un artículo publicado en Infocatólica, inclusive dentro del propio luteranismo dicho acuerdo fue ampliamente rechazado por cientos de teólogos y por la Iglesia evangélica de Dinamarca (luterana) con un argumento lleno de sentido común: se trata un texto que el propio Lutero habría rechazado, pues se acerca a la doctrina católica sobre la justificación y se aparta del sola fide del ex-monje agustino alemán.

El teólogo protestante José Grau lo explicó de la siguiente manera:

“El llamado acuerdo sobre la justificación de 1999, al igual que las conversaciones que sirvieron de prolegómenos en las dos últimas décadas del siglo XX, hacen con la doctrina de la justificación lo mismo que hizo Trento con el agustinianismo: se acercan semánticamente a Lutero (aunque sin condenarlo por nombre, específicamente, ni tampoco levantar la excomunión vaticana que pesa sobre él). Y así como en Trento la iglesia romana descafeinó a Agustín (nota nuestra: esto es falso), ahora estos luteranos del brazo de los católicos descafeínan a Lutero.

El resultado práctico no es otro que la inutilización de la «dinamita» del mensaje reformado, luterano, protestante y bíblico sobre todo (el Evangelio es poder (dinamita) de Dios para salvación a todo aquel que cree…» Romanos 1:16), anulando la espoleta de las doctrinas de la gracia mediante una terminología teológica que parece del agrado de todos si se lee de corrido, sin profundizar en los conceptos. Unas afirmaciones equilibran a otras de signo diferente, sin entrar casi nunca en el meollo fundamental de la cuestión.

Como escribe Pedro Puigvert, en carta a «La Vanguardia» (5-11-99): «Los católicos no han cedido nada. Porque eso de confesar que la justificación es obra de la gracia de Dios lo han creído siempre, juntamente con la cooperación humana que ahora resulta que también es fruto de la gracia, aunque lo desmienta la Escritura cuando dice: «Al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia» (Romanos 4:5-6). Roma ha ganado la batalla doctrinal. ¡Si Lutero alzara la cabeza! ”

En lo personal me gustaría compartir la apreciación del Papa y creer que verdaderamente los católicos y evangélicos hemos llegado a profesar una misma fe respecto al tema de la justificación, pero la cruda realidad es otra, y es que ni siquiera los propios protestantes están de acuerdo entre ellos en este tema.

¿Tuvo razón Lutero en lo referente a la doctrina de la justificación?

Hoy está de moda dar la razón a Lutero, es políticamente correcto. ¿Creemos católicos y evangélicos ahora que el hombre es justificado por medio de la gracia de Dios?, sí, pero lo mismo lo hemos creído siempre. El problema está cuando se afirma, respecto a las diferencias reales en doctrina que existieron y existen entre la doctrina católica y la luterana, que era Lutero quien tenía razón.

Si la doctrina de Lutero, que fue condenada dogmáticamente por un Concilio Ecuménico y dogmático, resulta que era la doctrina verdadera, mejor apaga y vámonos, porque entonces tendrán razón los protestantes en que no necesitamos ni Papas ni Concilios, si es que como ellos sostienen, se pueden equivocar cuando definen aquello que es dogma de fe.

Y si todo se trata de un gesto diplomático es necesario recordar, como nos han enseñado siempre, que un ecumenismo que no está basado en la verdad no es un verdadero ecumenismo y por más que posemos juntos y sonrientes para la foto no estaremos más cerca unos de otros que hace 500 años.

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¿Es Jesús también Yahveh?

Por José Miguel Arráiz


La Santísima Trinidad


En un artículo en mi blog dejé en el aire una pregunta para que todo el que quisiese la respondiera: ¿Es Jesús también Yahveh? La mayoría contestó que cada una de las personas de la Santísima Trinidad es Yahveh, tanto el Padre, como el Hijo, como el Espíritu Santo. Sin embargo, también hubo en menor proporción personas que dijeron que sólo Dios Padre, primera Persona de la Santísima Trinidad es Yahveh.  He aquí la respuesta.

Significado de Yahveh

Yahveh es el nombre propio de Dios en el Antiguo Testamento, pues así fue que se identificó ante Moisés en la teofanía de la zarza ardiendo:
"Contestó Moisés a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?»  Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros.» “(Éxodo 3,13-14)

En ese momento Dios dio al hombre el único nombre que podía definirlo de alguna manera: Yahveh, que en lengua hebrea puede traducirse "Yo soy lo que soy",  "Yo soy el que es" o "Yo soy el existente", tal como lo tradujeron los traductores de la Septuaginta: ego eimi ho on. Dios, por ser quien es, es el único verdaderamente existente en sentido de que no es contingente, lo que quiere decir que no necesita de nada ni nadie para existir, como si lo hacen las creaturas. Al no ser contingente Dios no ha sido creado por nadie, sino que es el creador, principio y fin de todas las cosas.

A este respecto el Catecismo de la Iglesia Católica enseña:

“Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como la resistencia a tomar un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su nombre es inefable, y es el Dios que se acerca a los hombres.

Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de siempre y para siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios de tus padres", Ex 3,6) como para el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex 3,12). Dios que revela su nombre como "Yo soy" se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo.” (CEC 206-207)

Como se puede observar, ya aquí está implícitamente respondida la pregunta, pues el Catecismo enseña que Yahveh es el nombre propio de Dios, no sólo de Dios Padre. Y si como católicos profesamos la doctrina de la Trinidad: que existe un solo Dios en Tres Personas Divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, es natural que cada una pueda identificarse con el nombre de Yahveh.

Negar esto conduce inequívocamente a dos opciones: a) al arrianismo, o b) una contradicción con lo que enseñan las Sagradas Escrituras.

Cae en arrianismo quien piensa que sólo el Padre es Yahveh, pensando que sólo Yahveh es Dios, pero ni el Hijo ni el Espíritu Santo lo son. Esta posición fue rechazada unánimemente desde la Iglesia primitiva al igual que por todos los Padres de la Iglesia, y es lo que profesan hoy sectas como los Testigos de Jehová. Véase a este respecto: La doctrina de la Trinidad en la Iglesia primitiva y los padres de la Iglesia.

Contradice las Sagradas Escrituras quien sostiene que sólo el Padre puede identificarse con Yahveh y al mismo tiempo afirma que profesa la doctrina de la Santísima Trinidad. Veamos por qué:

Sólo Yahveh crea

Lo enseña la Escritura cuando afirma:

“Así dice Yahveh, tu redentor, el que te formó desde el seno. Yo, Yahveh, lo he hecho todo, yo, solo, extendí los cielos, yo asenté la tierra, sin ayuda alguna.” (Isaías 44,24)

Otros textos similares son Apocalipsis 4,11; Hebreos 3,4; Salmo 89,12; 33,6.

Las Sagradas Escrituras también enseñan que Dios hizo todo para sí mismo:

“Todas las cosas las ha hecho el Señor para gloria de sí mismo” (Proverbios 16,4)
Si Yahveh lo hizo todo "solo", "sin ayuda alguna", y lo hizo para sí mismo, no se explicaría cómo podría no ser Jesús también Yahveh, cuando el evangelio de Juan comienza diciendo que " Todo se hizo por ella [La Palabra hecha Carne = Jesús] y sin ella no se hizo nada de cuanto existe" (Juan 1,3).
Obsérvese que cuando el evangelio de Juan resalta que “sin ella no se hizo nada de cuanto existe” está diciendo que todo aquello que puede ser etiquetado como “hecho” fue creado también por la Palabra (Jesús).

Abundan también las reflexiones de los padres de la Iglesia sobre el pasaje del Génesis donde Yahveh crea al hombre (Génesis 1,26): “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, el cual al estar conjugado en plural, revela implícitamente el diálogo entre las Personas de la Santísima Trinidad. Véase a este respecto:

"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", reflexiones de los padres de la Iglesia

Por lo tanto, quien afirma que sólo el Padre es Yahveh, está afirmando por consecuencia que sólo el Padre es el creador, sin el Hijo y sin el Espíritu Santo. Y si afirma lo primero y pretende afirmar  lo segundo se contradice.


Sólo a Yahveh se adora


Lo enseñan también claramente las Sagradas Escrituras:

“Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí.” (Éxodo 20,2-3)

“Así dice Yahveh el rey de Israel, y su redentor, Yahveh Sebaot: Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios.” (Isaías 44,6)

“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso.” (Apocalipsis 1,8)

Por tanto, si sólo se debe adorar a Yahveh y fuera de Él a nadie más, en el caso de no ser el Hijo y el Espíritu Santo también Yahveh no se les debería adorar a ellos, por lo que nuevamente caen en contradicción quienes afirman que sólo se puede identificar a Dios Padre con Yahveh.

Sólo Yahveh salva y es el juez de la humanidad

Las Sagradas Escrituras también enseñan que sólo Yahveh es el único y verdadero salvador:

“Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador.” (Isaías 43,11)

En el Antiguo Testamento se profetiza además que tanto el juicio como la salvación la hará Yahveh en persona:

“Dijo él: «De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que no engañarán.» Y fue él su Salvador en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: Él mismo en persona los liberó. Por su amor y su compasión él los rescató: los levantó y los llevó todos los días desde siempre.” (Isaías 63,8-9)

Esta idea, que se repite a lo largo de todo el Antiguo Testamento (Salmo 50,1-6; 96,11-13; 98,9; Zacarías 14,5) en el Nuevo Testamento se consuma en Jesucristo, como salvador de la humanidad:

“Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»” (Mateo 1,21)

“os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;” (Lucas 2,11)

“Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Juan 3,17)

“y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio” (1 Timoteo 1,10)

De la misma forma es él a quien identifica el Nuevo Testamento como quien ha de juzgar al mundo:

“«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.” (Mateo 25,31-32)

El Hijo de Dios se identifica con Yahveh

Igualmente abundan los textos de la Sagrada Escritura donde se identifica a Jesús con Yahveh. Por ejemplo, discutiendo con los judíos se identifica de manera tan clara, que los judíos intentaron apedrearle:

“Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.» Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.” (Juan 8,52-59)

También se le atribuyen los títulos que en el Antiguo Testamento se le atribuyen a Yahveh en Isaías 44,6:

“Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo,  el Primero y el Ultimo,  el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1,17-18)

“Al Ángel de la Iglesia de Esmirna escribe: Esto dice  el Primero y el Ultimo,  el que estuvo muerto y revivió.” (Apocalipsis 1,8)

“Yo soy el Alfa y la Omega,  el Primero y el Ultimo,  el Principio y el Fin. Dichosos los que laven sus vestiduras, así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad. ¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira!» Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo referente a las Iglesias. Yo soy el Retoño y el descendiente de David, el Lucero radiante del alba.»” (Apocalipsis 22,13-16)


El Espíritu Santo también se identifica con Yahveh


Hay pasajes en el Nuevo Testamento en donde el Espíritu Santo se identifica con quien el Antiguo Testamento es identificado como Yahveh. Por ejemplo, cuando San Pablo menciona palabras dichas por Yahveh al pueblo en Isaías 6,8-10, pero las atribuye el Espíritu Santo:

“Cuando, en desacuerdo entre sí mismos, ya se marchaban, Pablo dijo esta sola cosa: «Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías: Ve a encontrar a este pueblo y dile: Escucharéis bien, pero no entenderéis, miraréis bien, pero no veréis.  Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, y con sus oídos oigan, y con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los cure.”(Hechos 28,25-27)

Lo mismo hace el autor de la epístola a los hebreos:

“Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz,  no endurezcáis vuestros corazones como en la Querella, el día de la provocación en el desierto,  donde me provocaron vuestros padres y me pusieron a prueba, aun después de haber visto mis obras = durante cuarenta años. Por eso  me irrité contra esa generación y dije: Andan siempre errados en su corazón; no conocieron mis caminos.  Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso! ” (Hebreos 3,7-11)

En resumen…

Ciertamente hay textos que se refieren a Dios Padre como Yahveh, así como hay textos en el Nuevo Testamento donde se identifica a Dios con la Persona del Padre. No hay ningún problema en ello, sino en entenderlos con la lógica protestante (aut aut) asumiendo que sólo el Padre es Yahveh, y no con la lógica católica (et et)  en la que se puede afirmar que el Padre es Yahveh, sin por eso negar que su Hijo o el Espíritu Santo lo sean.

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¿Donde Jesús llamó a Pedro Papa?

Por José Miguel Arráiz

Una de las doctrinas más rechazadas por los hermanos protestantes es precisamente la doctrina del primado de Pedro. Pude comprobarlo cuando recientemente platicando con uno me preguntaba de forma insistente una y otra vez:

 “Pero ¿Donde Jesús llama a Pedro “Papa de Roma” “Jefe de los apóstoles” “infalible" donde?”

Si se han tomado el tiempo de dialogar con protestantes, seguramente habrán escuchado preguntas similares muchas veces: “¿Donde dice la Biblia que Dios es una Trinidad?”, “¿Donde dice la Biblia que se ha cambiado el día de reposo del sábado el domingo?”,“¿Dónde dice esto?, ¿Dónde dice aquello?, ¿Dónde? ¿Dónde? Y ¿Dónde?…”. Es allí donde nos toca a los católicos dar razón de nuestra fe.

Y precisamente para responder esta pregunta, hay que entender primero cual es la esencia del Papado, porque si no nunca se va a comprender donde está el papado en la Biblia.

Pero ¿Donde llama Jesús a Pedro “Papa”, “jefe de los apóstoles”, “infalible”? 

Aquí, la respuesta simple y llana es: EN NINGUNA PARTE….


Si, en ninguna parte, así como en ninguna parte leemos la palabra Trinidad, la encarnación, una lista de los libros que forman parte del canon, y muchas otras cosas que los mismos protestantes suelen aceptar. Y es que en la Escritura como testimonio de la Revelación se encuentran verdades implícitas y explícitas, y sobre muchas de ellas, la comprensión que ha tenido el pueblo de Dios ha ido aumentando con el paso del tiempo.

Y así como la comprensión va aumentando, también la terminología que se ha venido utilizando va enriqueciéndose, logrando así expresar de forma más precisa lo que la Iglesia ha creído y creerá siempre. (De allí se deriva que hoy podamos llamar al sucesor del ministerio ejercido por el apóstol Pedro “Papa”, o al Dios revelado en Tres Personas Divinas “Trinidad”).

El problema de mi amigo protestante es haber planteado la pregunta equivocada, . La doctrina del papado no depende de su terminología, ni tampoco del estilo en que haya sido ejercido a lo largo de la historia, pero precisamente de estos dos puntos quiero profundizar.

La doctrina del Papado no depende de la terminología

Hoy podríamos no llamar al sucesor de Pedro “Papa”, podríamos referirnos a él de cualquier otra forma y eso no cambiaría la esencia del papado. Lo que importa realmente no es la terminología sino lo que esta terminología pretende explicar.

La doctrina del Papado no depende del estilo con que haya sido ejercido a lo largo de la historia

Muchos protestantes que no “encuentran” un Papa en los primeros siglos cristianos fallan en no entender la esencia del Papado. Si su búsqueda la centran en alguien portando el título de “Papa”, con espléndidas ropas, aspecto pomposo y casi dictatorial, demandando que todos los cristianos sigan sus decretos sin preguntas (La imagen que la mayoría de los protestantes tienen del Papado) no lo encontrarán. Es oportuno citar aquí el comentario del apologista católico Mark Bonocore:

“No vamos a decir que la perspectiva protestante no tiene absolutamente ninguna validez. Por el contrario, es algo cierto decir que los Papas de Roma han actuado con un estilo autocrático y dictatorial en muchas ocasiones en la historia cristiana. Sin embargo, el estilo del Papado no define al Papado mismo, ni define su existencia en la Iglesia primitiva”.

Así, no debemos tener problema en aceptar que dicho estilo de Papado no existía, o ha ido variando y evolucionando a medida que la Iglesia ha enfrentado diferentes retos y situaciones históricas, pero el Papado mismo (propiamente definido) existió desde el mismo momento en que Cristo encomendó a Pedro apacentar las ovejas y corderos de su rebaño, y le entregó las llaves del reino de los cielos.

Pero ¿Cual es la esencia del Papado para que podamos reconocerla a lo largo de Escritura y la Tradición?. Mark nos da un concepto bien concreto y resumido:

“El Papado es el ministerio de pastor supremo con poder de jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia Cristiana”

¿Fue ejercido ese ministerio por Pedro, y luego lo hicieron los obispo en Roma desde los primeros siglos cristianos hasta hoy? Allí debo responder sin dudar de forma afirmativa.

La esencia y el ejercicio del Papado en la Escritura

Si hubo días importantes en la vida de Pedro, uno de ellos fue seguramente el día en que Jesús le dio un nuevo nombre. Y es que quizá hoy día que a alguien se le cambie el nombre no tiene mucho significado. Casi siempre los artistas lo hacen antes de comenzar su carrera para que encaje mejor en el mundo del espectáculo, otros simplemente porque están enojados con el nombre que sus padres quisieron darles. “¡Por qué demonios me tuvieron que llamar Filomena!” “¡Como se les ha ocurrido llamarme Pancracio!” se quejan algunos. Sin embargo, en la antigüedad los nombres tenían una profunda importancia, y mucho más cuando Dios mismo era quien cambiaba o asignaba el nombre a alguna persona. Este cambio de nombre venía acompañado de un profundo cambio en la vida de la persona, una nueva función, una nueva identidad.

Así, si repasamos brevemente la Biblia, encontraremos no pocos trascendentales cambios de nombre: Abram por Abraham en Génesis 17,3-6 (porque sería “padre de naciones”), Sarai por Sara en Génesis 17,16 (“madre de reyes”, “princesa fecunda”), Jacob por Israel en Génesis 32,28 (porque “luchó con Dios y los hombres y venció”), e inclusive el nombre mismo de Jesús en Mateo 1,21 (Dios salvador, porque salvaría al pueblo de sus pecados).

Pues así como ellos, le llegó el día a Simón. Estando Jesús reunido con sus discípulos les pregunta:“¿quién dicen los hombres que soy Yo? ”, a lo que como siempre él, llevando la delantera sobre el resto de los discípulos, se apresura a contestar: «¡Tú eres el Cristo!, ¡el Hijo de Dios vivo!.».

Bastante acertadas fueron las palabras de Simón, porque no se lo había revelado “ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en el cielo” . Y es que no podía errar, porque su confesión era producto de la revelación divina. Había revelado en pocas palabras la identidad de Cristo, verdadero hijo de Dios. Jesús le devuelve el gesto y responde cual sería la nueva identidad de Simón, el oficio para el cual él le había escogido, entregado junto con un nuevo nombre:

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”

Se consumaba así un suceso enorme en la vida de Simón. Cristo había dado un nombre nuevo: “Piedra”, y le había dicho que sobre esa Piedra edificaría su Iglesia. Y como con un nuevo nombre viene un nuevo ministerio, así fue que Pedro ese mismo día, también lo recibió:

“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»” 

La similitud de estas palabras y la profecía de Isaías donde se coloca un nuevo mayordomo sobre el reino de Judá es asombrosa:

“Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim, hijo de Jilquías. Le revestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad pondré en su mano, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá. Le hincaré como clavija en lugar seguro, y será trono de gloria para la casa de su padre”

Y es que realmente no fue casualidad que Jesús utilizara esas palabras, sino que intencionalmente llama la atención al contexto de esa profecía, donde un nuevo mayordomo está siendo colocado sobre el reino de Judá (Elyaquim). La figura del mayordomo era ampliamente conocida, ya que era un siervo a quien el rey entregaba las llaves.

El texto de Isaías nos muestra varias de las funciones que ejercía el mayordomo, un ministro al servicio del rey con la máxima autoridad subordinada solo a la del propio rey, y con un rol de paternidad espiritual: “será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá”.

Elyaquim no era realmente un precedente en dicho cargo. Ya en tiempos de Abraham contaba este con un mayordomo (Eliezer de Damasco), lo que demuestra que ya en aquella época era una figura conocida. Posteriormente José (hijo de Jacob) cuando fue vendido como esclavo y fue llevado a Egipto llegó a ser mayordomo en casa de Putifar:

“Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa, y entregó en su poder todo lo que tenía”

Llegó más tarde a ser mayordomo en casa de Faraón,

“Tú estarás al frente de mi casa, y de tu boca dependerá todo mi pueblo. Tan sólo el trono dejaré por encima de ti» Dijo Faraón a José: «Mira: te he puesto al frente de todo el país de Egipto.»”

Así sucesivamente encontramos numerosas referencias a mayordomos en los reinados de Judá e Israel a lo largo de los siglos en 1 Reyes 4,6; 16,9; 18,3; 2 Reyes 10,5; 18,18.37, 19,2; 2 Crónicas 28,7; Isaías 22,15; 36,3.22; 37,2. Importante es que en todos esos casos, había en cada reino, muchos ministros pero un solo mayordomo, con autoridad plena después de la del Rey, y con autoridad de tomar decisiones que ningún otro ministro del reino podía revocar: “abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá”

Jesús siendo heredero del trono de David también de acuerdo a la costumbre designa un mayordomo real sobre su reino. Es en este trascendental acontecimiento donde Jesús llama a Pedro “Papa”, porque es allí, en la entrega de las llaves a Pedro como mayordomo del reino de los cielos, donde se encierra la esencia del oficio petrino. 

Visto desde este punto de vista, toma mucha claridad el porqué Pedro figura como Piedra sobre la que se edifica la Iglesia. Cristo utiliza una metáfora donde compara a la Iglesia con un edificio espiritual, donde los cristianos figuramos como partes de la construcción. Como todo edificio, no todos los bloques van en el mismo lugar ni todos tienen la misma función, así también en la Iglesia los cristianos desempeñamos distintas funciones y ministerios. Pedro ejerciendo un ministerio especial como mayordomo del reino, y cabeza del colegio apostólico figuraría como piedra sobre la que se edifica la Iglesia, lo mismo que los apóstoles junto con Pedro mismo figuraran en otras metáforas como fundamento de la Iglesia (Efesios 2,20).

Por no entender esto un amigo protestante me replicaba:

“Si para ti la iglesia esta edificada sobre un hombre:"Pedro" y no sobre "Cristo" estás en tu derecho de creer de esa manera.”

El error está en que no entienden en qué sentido Pedro es la piedra de Mateo 16,18. Pedro es la piedra sobre la que se edifica en cuanto a la autoridad instituida por Jesucristo para gobernar la Iglesia, mientras la confesión de fe es el fundamento doctrinal de la misma. Cuando los protestantes no diferencian entre ambas cosas terminan por desfigurar y caricaturizar la posición católica, pensando que tenemos puesta nuestra fe sobre “un hombre”. 

El ejercicio del Papado en la historia

Al comienzo de estas reflexiones decía que si bien la esencia del Papado siempre ha sido la misma, su estilo ha ido cambiando a lo largo de la historia, a medida que la Iglesia enfrentaba distintos obstáculos y desafíos.

Estando los apóstoles vivos, y siendo guiados ellos directamente por el Espíritu Santo, el ejercicio del oficio petrino consistía principalmente en liderazgo. Es allí donde vemos a un Pedro como representante del resto de los apóstoles recibiendo las órdenes de Cristo de apacentar el rebaño del pueblo de Dios.

“Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.”

Es bastante llamativo este texto, porque si bien el apacentar el rebaño es labor no solo de Pedro sino de todos los pastores, aquí Cristo se dirige solo a Pedro. Pedro no solo tendrá al igual que el resto la labor de pastorear las “ovejas”, sino también “los corderos” (el resto de los apóstoles). Nótese que es refiriéndose a los otros apóstoles que le pregunta “¿me amas más que estos?”.

Es también a Pedro a quien pide Satanás para “zarandear como a trigo”, y por quien ora para que su fe no desfallezca. Quizá más importante de todo esto, es que es a él a quien encomienda confirmar a sus hermanos (los apóstoles) en la fe.

Como mayordomo del reino es quien recibe la revelación de que los gentiles podían entrar a la Iglesia, quien es el primero en predicar en pentecostés, quien toma la iniciativa sobre la necesidad de completar el grupo de los doce, es quien hace la primera curación milagrosa luego de la resurrección, etc.

En definitiva podemos decir que el marcado liderazgo de Pedro en todo el Nuevo Testamento no fue más que el ejercicio de su oficio, pero su estilo de ejercerlo, fue mediante el liderazgo del colegio apostólico.

Luego que es sucedido en su oficio por los obispos de Roma, vemos que durante los cinco primeros siglos ningún obispo usurpa la primacía para él, sino que se le atribuye según la antigua costumbre, al obispo de Roma. Las objeciones frecuentes que hacen los algunos protestantes (porque la mayoría niega de plano tal primacía) referentes a que su primacía era solo de honor y no de jurisdicción no pueden ser sostenidas ante la gran cantidad de evidencia histórica existente. Y es que los Papas desde los días de los Apóstoles, no solo continuaron ejerciendo la jurisdicción suprema en occidente, sino incluso en oriente hasta el gran cisma en el siglo IX.

Sin embargo ya en los primeros siglos tuvo que ejercerse este oficio de distintos modos, y no solo de forma de liderazgo, sino inclusive al disciplinar comunidades rebeldes (Como Clemente Romano al disciplinar a la comunidad de Corinto por haber depuesto a sus pastores), o sirviendo como una última y suprema corte de apelaciones.

Un ejemplo de este ejercicio de primacía jurisdiccional la tenemos precisamente en estas apelaciones, ya que nunca se apela de un tribunal superior a uno inferior. En la historia de la Iglesia nos encontramos con apelaciones de todas partes (obispos, patriarcas y hasta herejes) a la Iglesia de Roma. Muchos ejemplos se podrían citar, pero unos cuantos bastarán:

1) Durante el pontificado del Papa San Víctor (189 d.C. – 198 d.C.) se da una controversia sobre las diferencias existentes entre la iglesia de Roma –a la que seguían casi todas las demás- y las iglesias asiáticas, en cuanto al día de la celebración de la pascua. San Policarpo se trasladó a Roma con más de 80 años de edad para alegar que la fecha en que celebraban la pascua era una tradición que había aprendido del propio San Juan. Debido a esto el Papa y San Policarpo mantuvieron la paz.

Posteriormente cuando el problema vuelve a agravarse el Papa Víctor amenazó con excomulgarles, y ahora interviene San Ireneo, quien tras reconocer su adhesión a la observancia romana, pidió al Papa que no les excomulgara por el apego que mostraban a sus antiguas tradiciones, siendo que no era una cuestión doctrinal. El Papa aceptó no excomulgarles e igualmente a la larga terminaron por aceptar la disciplina romana.

2) Dionisio, obispo de Roma, cerca de la mitad del tercer siglo, después de haber oído que el Patriarca de Alejandría se equivocó en algunos puntos de la fe, exige una explicación y el patriarca en obediencia a su superior reivindica con prontitud su propia ortodoxia. 

3) San Atanasio, patriarca de Alejandría, apela en el siglo IV al papa Julio I, a partir de la decisión dictada contra él por los obispos orientales. El Papa revierte la sentencia del concilio oriental y vuelve Atanasio a su sede.

4) San Basilio, Arzobispo de Cesárea, también en el siglo IV recurre a la protección del Papa Dámaso. 

5) San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla, apela en el inicio del siglo V al Papa Inocencio I para una reparación de agravios infligidos a él por varios prelados orientales y por la emperatriz Eudoxia de Constantinopla. 

6) San Cirilo apela al Papa Celestino contra Nestorio;  Nestorio que no era tonto y también sabía a quién apelar, apeló también al Papa, pero este tomó partido por San Cirilo.

7) Los concilios de Milevis y Cartago celebrados por los obispos Africanos y San Agustín incluidos, piden la aprobación del Papa a sus edictos. Cuando el Papa responde, San Agustín se alegra y da la causa por zanjada. En numerosas cartas mantiene que nada es más claro que el juicio de la sede apostólica.

8) Cuando Eutiques comenzó a predicar la doctrina conocida como “monofisismo” fue condenado por herejía por Flaviano (obispo de Constantinopla) durante un sínodo. Apela entonces al Papa León (De Eutiques al Papa León Ep 21), a lo cual Pedro Crisólogo (obispo de Ravena) le escribe (a Eutiques), para que preste obediencia al Papa: “Nosotros te exhortamos, honorable hermano, que tu obedientemente escuches que ha sido escrito por el bendito Papa de la ciudad de Roma, desde el bendito Pedro, quien vive y preside en su propia silla. Para nosotros, en nuestro celo por la paz y la fe, no podemos decidir cuestiones de fe aparte del consentimiento del obispo de Roma”

9) Para juzgar la causa de Eutiques, en el 449 se intentó realizar en Éfeso un concilio ecuménico (convocado por el emperador Teodosio II con la autorización del Papa León I). El concilio lo precedió Dioscuro (Patriarca de Alejandría), quien apoyaba a Eutiques. Eutiques logró que la carta del Papa traída por los legados papales no fuera leída, y tras esta y otras irregularidades el legado papal (Hilario) anuló la sentencia en nombre del Papa y abandonó el concilio. 

Posteriormente en el concilio de Calcedonia se acusó a Dioscoro de que “había celebrado un Concilio (ecuménico) sin la Sede Apostólica, lo que nunca estaba permitido”, lo cual se refería a haber continuado el Concilio después de la partida de los legados papales. 

El Papa León recibió también las apelaciones Teodoreto y Flaviano y les había escrito al emperador y emperatriz que todos los actos del Concilio eran nulos. Excomulgó a todos los que habían tomado parte en él y absolvió a los que habían sido condenados, (excepto a Domnus de Antioquía), y fue así como un concilio ecuménico fue anulado por el Papa y llegó a ser conocido como el concilio “Latrocinio”

10) En el concilio de Calcedonia, donde por medio de la aprobación del canon 28, se intentaba darle a Constantinopla el segundo lugar después de Roma, se pedía la aprobación Papal para dicho canon, y el mismo patriarca escribiéndole, reconoce que la aprobación de las actas dependía de su sanción. Lo mismo el concilio en pleno le reconoció como sucesor de Pedro y cabeza de la Iglesia Católica.

Si todas estas continuas apelaciones no implican un reconocimiento mismo de jurisdicción, vaya usted a saber que es. 

Objeciones protestantes

Objeción #1: Cristo se refería a sí mismo o a la confesión de fe como la piedra sobre la que edificaría la Iglesia y no a Pedro.

Si bien podemos decir que sobre la fe de Pedro se edifica la Iglesia, no podemos desconocer que también Cristo se refería a Pedro aquí como la Piedra sobre la que la Iglesia es edificada. Hay que tener en cuenta que en ese momento Cristo está cambiando el nombre a Pedro para hacer un juego de palabras “Tu eres Pedro (Piedra) y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”. No tendría sentido cambiar el nombre a Pedro por Piedra para luego referirse a “otra” piedra distinta de Pedro.

La frase en griego dice “ταυτη τη πετρα” ( “epi tautê tê petra” ). Aquí “epi” significa “sobre”, y “ tautê tê petra ” significa “sobre esta misma piedra”. Así, la frase sin el “tê” significaría solo “sobre esta piedra”, pero con el “tê” la construcción gramatical fuerza a identificar la piedra a la que se hace referencia (sobre la que se edifica la Iglesia), con la que se acaba de mencionar (Pedro). Así, es Pedro y no otra piedra a la que se refiere Cristo sobre la que se edifica la Iglesia. 

Una explicación al respecto la da Robert A Sungenis:

“Es importante señalar que aquí Jesús elige la frase epi tautee tee petra (“sobre esta roca”) más que la más ambigua redacción como epi tee roca (“sobre la roca”) o epi petra (sobre una roca). Utilizando el artículo definido o indefinido podría parecer que señala a alguien más que a Pedro, mientras el adjetivo demostrativo tautee ('esta') es más probable que identifique a alguien en la inmediata proximidad gramatical al sustantivo «roca». La única otra roca que se ilustra en la inmediata proximidad es Petros ('Pedro') el cual es un nombre propio que significa «Roca»....” [17]

Tomando esto en cuenta no tiene mucho sentido que alguien pretenda interpretar que Cristo quiso decir “Tu eres Pedro y sobre aquella piedra edificaré mi Iglesia”

Objeción #2: La palabra utilizada con Pedro (Petros) es distinta a la palabra utilizada para referirse a la piedra sobre la que se edifica la Iglesia (Petra), por tanto Cristo no se refería a Pedro como la Piedra.

Los protestantes suelen alegar que la palabra utilizada en el texto griego “Petros” hace referencia a una “piedra pequeña” mientras que “Petra” hace referencia a una piedra grande o roca, sin embargo, hay poderosas razones para desechar ese argumento.

En primer lugar porque en griego koine (el idioma en que se encuentran los escritos del Nuevo Testamento) ambas palabras (Petros y Petra) eran sinónimas. Para referirse a una piedra pequeña existe en griego otra palabra “lithos”, la cual es utilizada en la Escritura frecuentemente de este modo. Un ejemplo lo tenemos en Mateo 15,46:

“quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca (Petra); luego, hizo rodar una piedra (lithos) sobre la entrada del sepulcro”.

En el texto griego para la palabra “roca” se utiliza “Petra” , pero para “piedra” se utiliza “lithos” y no “Petra”. 

Otro ejemplo lo tenemos en 1 Pedro 2,8:

“Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra (lithos) que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, en piedra (lithos) de tropiezo y roca (petra) de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados”

Aquí otra vez se utiliza la palabra lithos para referirse a una piedra pequeña (con la que se tropieza) y petra para una roca o piedra grande.

Más ejemplos:

“y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra (lithon) alguna.»” [18]

“¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra (lithon);” [19]

“Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra (lithon) que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?” [20]

Y así, en cada texto donde la Escritura hace referencia a una piedra utiliza la palabra “lithos”, mientras que cuando hace referencia a una roca utiliza “petra”, pero lo más importante es que Petros no se utiliza NUNCA en toda la Escritura para hacer referencia a piedra pequeña, sino solo exclusivamente como nombre propio de Pedro. De querer el texto griego diferenciar entre Pedro y la Piedra sobre la que se edifica la Iglesia bien pudiera haber utilizado “Lithos” para Pedro, pero no lo hace.

¿Por qué Petros (masculino) en lugar de Petra (femenino)?

Y si con Pedro el texto griego se utiliza “Petros” y no “Petra” es porque a diferencia del arameo, el griego si cuenta con géneros y no era posible asignar un nombre propio de género femenino a una persona de género masculino (Seria tan incoherente como llamar a un hombre en español “Petrina” o “Petronila”). Este hecho lo han reconocido inclusive numerosos eruditos protestantes entre los cuales podemos contar D.A. Carson, R.T. France, Oscar Cullmann, Herman Ridderbos, Craig Blomberg, William F. Albright, C.S. Mann, Craig S. Keener, Francis Wright Beare, Eduard Schweizer, Ivor H. Jones, M. Eugene Boring, Thomas G. Long, Richard B. Gardner entre otros.

Pero quizá lo que hace esta objeción más inverosímil es que hay evidencia suficiente para pensar que Cristo dijo esas palabras no en griego sino en arameo (el idioma utilizado por Jesús y sus discípulos). Prueba de esto lo tenemos en Juan 1,42 donde San Juan nos narra que el nombre dado a Pedro fue Cefas:

“Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Piedra).”

Cefas (en griego Κηφᾶς = Kēphas) es una transliteración de la palabra aramea Kēphas (roca). Pedro es llamado a lo largo de las epístolas de Pablo repetidas veces por este nombre, lo que no tendría sentido si realmente no hubiera sido ese el nombre dado a él por Jesús.

“Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo»”.

“…ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro”

“¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?”

“... se apareció a Cefas y luego a los Doce”

“...subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía”

“...Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas...”

“Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión.”

 “Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»”

Así, si Jesús llamó a Pedro “Kēphas” debió decir “Tu eres Kēphas y sobre esta Kēphas edificaré mi iglesia”, y allí Pedro figura sin lugar a dudas como la misma piedra sobre la que se edifica la Iglesia. 

Hay que señalar que Kēphas significa “Roca” en arameo, y este idioma para hacer referencia a una simple piedra existe otra palabra “evna”. De Cristo querer dar a Pedro el nombre de una piedra “pequeña” y no una roca le hubiera llamado “Evna” y no “ Kēphas”.

Pero no solo hay evidencia suficiente para pensar que Cristo pronunció Mateo 16,18 en arameo, sino que inclusive todo el evangelio de Mateo fue escrito en dicha lengua y posteriormente traducido (lamentablemente los originales en arameo se han perdido). 

Quizá la más contundente es el testimonio unánime de la Iglesia primitiva sobre el origen de este evangelio. El más antiguo lo tenemos de la mano de San Papias, un discípulo directo del apóstol San Juan (Según San Ireneo de Lyon). Su testimonio lo recoge Eusebio en Historia Eclesiástica:

“Esta es la referencia de Papías a Marcos. De Mateo tenía esto que decir: Mateo recopiló los dichos [logia de Cristo] en lengua hebrea, y cada uno los traducía lo mejor que podía”

Paul L. Meier (historiador protestante) aclara respecto a lo anterior que cuando se refiere a lengua hebrea probablemente lo que se designa es arameo, como en el Nuevo Testamento.

Otro testimonio casi tan antiguo lo tenemos de la mano de San Ireneo de Lyon (discípulo de San Policarpo, quien fue a su vez discípulo de Juan y compañero de Papías)

“Mateo, (que predicó) a los Hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el Evangelio, cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la Iglesia. Una vez que éstos murieron, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió por escrito la predicación de Pedro. Igualmente Lucas, seguidor de Pablo, consignó en un libro «el Evangelio que éste predicaba»”

Orígenes también da testimonio de esto, tal como recoge Eusebio:

“Aprendí por tradición que los cuatro Evangelios sólo son incuestionables en la Iglesia de Dios. El primero en ser escrito fue por Mateo, que había sido recaudador de impuestos pero que más tarde llegó a ser apóstol de Jesucristo, y que publicó en hebreo para los creyentes judíos...”

Y el mismo Eusebio declara lo mismo:

“Mateo predicó al principio a los hebreos, y cuando planeó ir también a otros, escribió su Evangelio en su propia lengua nativa para los que iba a dejar, llenando su escrito el vacío que dejaba su partida”

San Atanasio en su sinopsis de la Sagrada Escritura afirma lo mismo:

“El evangelio de Mateo fue escrito por Mateo en dialecto hebreo, publicado en Jerusalén, y Santiago, el hermano del Señor hizo una traducción”

San Juan Crisóstomo en su homilía sobre Mateo escribe:

“De Mateo nuevamente es dicho, que cuando aquellos que entre los judíos habían creído vinieron a él, al tener que dejarlos les escribió las mismas cosas que él les había hablado por palabra, él también compuso su evangelio en la lengua de los hebreos”

Epifanio de Salamina en su Panarion escribe:

“Ellos tienen completo el evangelio de Mateo en Hebreo. Porque no hay duda que todavía está preservado por ellos en escritura hebrea, tal como fue originalmente escrito” 

Pero si esto no fuera poco, San Jerónimo testifica que él mismo vio personalmente el evangelio de Mateo escrito en hebreo, de la cual había transcrito su propia copia.

San Agustín repite lo mismo:

“De los cuatro [evangelios], es verdad, solo Mateo es reconocido haber escrito en lengua hebrea, el resto en griego”

Estas son solo algunos de tantos testimonios, y podríamos añadir a San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio Nacianceno, y todos los escritores eclesiásticos de la edad media repitieron que Mateo escribió en lengua hebrea (arameo).

La Enciclopedia Católica señala que todos los escritores eclesiásticos concordaron en que Mateo escribió su evangelio en hebreo (arameo), y afirmaron que el texto griego era una traducción del arameo (hasta Erasmo quien lo puso en duda). También es hoy aceptado, y no solo por los eruditos católicos. Oscar Cullman, conocido teólogo protestante suizo explica:

“La gran antigüedad y el origen palestino de la sección (Mateo 16,17 ff.) puede ser hoy considerada fuera de toda duda. Esto es mostrado por las grandes características lingüísticas semíticas de esta sección... El paralelismo de las dos declaraciones: «Tú eres la roca, y sobre esta roca construiré...» muestra que la segunda roca no se refiere a nada distinta de la primera. Esto es más claro expresado en arameo donde la misma palabra kepha aparece en ambos lugares, a diferencia del griego...Así aquí el nombre y la cosa son exactamente idénticos. Por lo tanto, debemos suponer que la frase se acuñó originalmente en arameo” 

Los amigos protestantes que lean estas líneas deben saber que si todavía no entienden en donde la Escritura llama a Pedro “Papa”, “Jefe de los apóstoles”, o “infalible”,  los católicos tenemos razones muy bien fundadas tanto en la Escritura como en la Tradición para creerlo. Que no las compartan, no quiere decir que no existan, o que no sean válidas.

martes, 27 de junio de 2017

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La cruz derrota al palo Y a los Testigos de Jehová

Hemos encontrado este dialogo interreligioso entre miembros de la secta Testigos de Jehová y el hermano Miguel Ángel García Olmo, y se nos ha hecho oportuno publicarlo en este sitio para nuestros amables lectores.

1998/09/20 es.charla.religion

En su carrera por sostener, contra toda evidencia, patrañas que hagan tambalear la fe de los cristianos menos cultivados, los Testigos de Jehová prosiguen su vano empeño, y tratan de convencer de que Cristo murió colgado de un palo en lugar de clavado en la cruz. Vienen a concluir, pues -y así lo enseñan a los incautos-, que la cruz, venerable señal del cristiano, no es más que una invención diabólica. En una edición reciente de la Biblia de los Testigos de Jehová se lee:


No existe ninguna prueba de que en las Escrituras griegas cristianas taurós significase una cruz como la utilizada por los paganos como símbolo religioso muchos siglos antes de Cristo [...]. No hay en absoluto pruebas de que Jesucristo fuera crucificado entre dos maderos entrecruzados. Nosotros no queremos añadir nada nuevo a la Palabra escrita por Dios, introduciendo en las Escrituras inspiradas el concepto pagano de la cruz, y por tanto traducimos el griego staurós por su acepción más sencilla.

Si resulta indiscutible que staurós genéricamente significa estaca o palo -como los que se usan para levantar empalizadas-, no es menos cierto que el término adquirió el sentido de cruz, para nombrar el instrumento de dos brazos donde se ejecutaba la pena capital conocida como crucifixión, y ampliamente utilizada por los romanos para castigar ciertos delitos.

De que esto no admite discusión dan fe una legión de autores paganos antiguos. Bastaría con consultar el mejor diccionario de griego clásico del mundo, el Liddell & Scott de Oxford, para comprobar hasta qué punto es así. Pero, por si quedase alguna duda, una obra especializada como es el Léxico del Nuevo Testamento (vol. XII) de Kittel-Friedrich establece que para referirse no a una cruz sino a un solo palo se usaba el término skólops, es decir, palo, estaca puntiaguda..., que hasta un diccionario para uso de novatos como el Pabon recoge ampliamente.

Debe hacerse notar a este respecto que las disquisiciones de los Testigos acerca de la voz griega staurós no provienen de su fundador, el comerciante Charles Taze Russell, de quien me consta que sabía de lengua griega lo mismo que debía de saber José Nelo "Morenito de Maracay" cuando triunfaba en los alberos... En efecto, a Russell lo condenó un tribunal norteamericano tras hallarle culpable de haber afirmado en falso que dominaba el griego y el hebreo.

Pero digo más: el descubrimiento del palo como sustituto de la cruz, una vez rebajada a símbolo demoníaco y a fraude mayúsculo urdido por la Iglesia, es muy posterior. Porque, aunque los cabecillas de esta extraña religión lo oculten a sus prosélitos, la Sociedad Torre Vigía de Sión lució como símbolo principal entre 1891 y 1931 una cruz latina con corona real rodeada de hojas de laurel.
En previsión de que L. me lo discuta todo, le invito a que intente negar también esto: también aquellos Estudiantes de la Biblia (ay, lo que me recuerdan a otros estudiantes: los talibanes) llevaban en el ojal dicha cruz, que figuraba además en la portada de Wachtower, el órgano oficial de la organización. Hasta que en 1937, el presi Rutherford se sorprendió portando una insidia del Diablo en la solapa...

Pero si es que acaso los expertos de Brooklyn están siguiendo un alucinante curso intensivo de griego clásico en diez días, deberían reservar tiempo para hacer algo similar con el latín, porque en una nota de su peculiar traducción de la Biblia se lee: También el término latino crux significa un simple palo. Cruz es sólo un significado posterior de crux.

A estos gringos zoquetes me los voy a traer de una oreja al Instituto, a que mis chicos/as de dieciséis años les pongan de hinojos y cargados de libros mientras les leen la cartilla. Para que aprendan de una vez que palo en latín se dice palus, sudis, adminiculum o uallum si es para una empalizada; y que para referirse a un palo como tormento, se dice ad palum alligare o in palum figere (atar o sujetar al palo). Crux es siempre una cruz y punto. Por eso las traducciones latinas más tempranas de los Evangelios siempre traducen staurós con el término crux, lo cual es muy significativo, tratándose del siglo II, en el que se hablaba mucho griego y también se crucificaba lo suyo.

Pero lo más maravilloso y a la vez lo más irritante es contemplar boquiabiertos cómo estos señores incurren en las más estrepitosas contradicciones sin alterarse ni despeinarse. Repárese si no en este texto extraído de una flamante enciclopedia bíblica editada por los Testigos de Jehová, con una tirada de 1.000.000 de ejemplares, me refiero a Insight on the Scriptures:

Suponiendo que los judíos tuvieran derecho a colgar a alguien por motivos religiosos (algo que resulta dudoso), lo cierto es que no lo podían hacer por delitos contra la autoridad civil porque únicamente un funcionario romano como Poncio Pilato tenía esa potestad (Jn 18, 31; 19, 10).

Pues, hombre, si fue un funcionario imperial -y un funcionario tan escasamente proclive a los judíos, además de provocador, como Pilato- el que dictó y mandó ejecutar la condena a muerte de Jesús, no lo iba a hacer según las prescripciones del Deuteronomio, sino ajustándose al Derecho público romano en materia de ejecuciones. Y está muy claro lo que para el ordenamiento penal romano significa la cruz. Tanto que es imposible discutirlo sin caer en un estrepitoso ridículo.

Buen L., sujetad bien ese palo, que no hace más que tambalearse y va a acabar aplastándoos el de por sí menguado chirumen, que diría un castizo. Cuando llegue ese momento, ya sabéis: cada palo... que aguante su vela.

Re: La cruz derrota al palo (y a los Testigos de Jehová) 1998/09/28 es.charla.religion

J. R. escribió:
> en ese detalle se confirma una vez más las contradicciones de la Biblia pues en unos versículos dice claramente "cruz" (no sé si bien o mal traducido del griego) y en otros "palo" (o madero).
Qué simpleza. También decía Machado "a ese Jesús del madero" refiriéndose a un crucifijo. ¿O el Cristo de los Gitanos va colgado de un palo? Pero veamos ¿Por qué no te tomas la molestia de indicarme cuáles son esos versículos contradictorios, hermenéuta, aunque sea -como no puede ser de otro modo en tu caso- en español? Lo digo para desplumarte un poco. Pero claro ¿como voy a discutir con quien cree dominar la Biblia sin entender ni papa de su contexto histórico y sin conocer una sola letra de su lengua original?
Dilema. [Continúa en el artículo "Interpretación de la Escritura", ubicado en el directorio "Sagrada Escritura"] La Cruz esquiva el palo... y le da a L. 1998/09/20 es.charla.religion

L. escribió:
> "Es extraño, pero a la vez un hecho incuestionable, que *siglos antes del nacimiento de Cristo* y después se ha usado la cruz como símbolo sagrado en tierras ajenas a la influencia de la Iglesia. [...] En la representación del Baco griego, el Tamuz tirio, el Bel caldeo y el Odín escandinavo, figuraba el símbolo de la cruz" (de G. S. Tyack, Londres, 1900, pág. 1)

Eso está claro, Lito. ¿Y?
> "No hay ni una sola frase en ninguno de los numerosos escritos que integran el Nuevo Testamento que en el griego original indique, siquiera de manera indirecta, que el staurós que se utilizó en el caso de Jesús fuera en absoluto diferente del común, y mucho menos que consistiera en dos leños clavados en forma de cruz en vez de uno solo. [...] No es pequeño desatino de nuestros maestros traducir la palabra staurós por 'cruz' cuando vierten a nuestra lengua vernácula los documentos griegos de la Iglesia, y respaldar esa traducción con la inclusión de 'cruz' en nuestros léxicos entre las acepciones de staurós, sin explicar que ese de ningún modo era el significado original del vocablo en los días de los apóstoles, que no adquirió ese significado fundamental hasta mucho después y que si llegó a adoptarlo, se debió exclusivamente a que por una u otra razón se asumió que el staurós en el que se ejecutó a Jesús tenía esa determinada forma, pese a no tener la más mínima prueba de ello".

Eso sólo revela un desconocimiento absoluto de la historia y el derecho de Roma. Porque, como vuestros textos afirman y es lo auténtico, Jesús fue juzgado condenado y ejecutado more romano y por un prefecto romano. Y la condena a muerte por crucifixión tiene en Roma un ritual y unas prescripciones muy concretas que nunca eran obviadas, salvo excepciones de emergencia como en el asedio de Jerusalén en 70 d. C., en que faltaron cruces.

Los tipos oficiales de cruz que estaban previstos eran la crux immissa o crux capitata (la más famosa: cuatro brazos), la crux commissa (con forma de 'Tau' griega: tres brazos) y muy raras veces la crux decussata (en aspa, la cruz de San Andrés). El brazo vertical se denominaba stipes o staticulum y solían hincarse firmemente en tierra en el lugar destinado para las ejecuciones; como a la espera del travesaño y del "inquilino" que la fuera a ocupar, lo que llevaba aparejado un evidente efecto intimidatorio. El palo horizontal se llamaba patibulum y era el que cargaba el reo, con los brazos extendidos y atado a él, hasta encontrarse con el stipes y ser alzado.

Tú, que te ufanas de seguir la Biblia y de no dejarte engañar por lo que nosotros llamamos Tradición, deberías saber que en el Nuevo Testamento hay varias alusiones directas y veladas a esta forma de pena capital.
Mira si no:
Juan 21:18 «[Jesús a Pedro] En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.»
[Se trata de algo más que de una evocación de la molesta vejez, tratándose de Pedro, hay en las palabras de Jesús una premonición del sacrificio que habrá de aceptar]

Mateo 16:24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Marcos 8:34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Lucas 9:23 Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

[L., ¿vosotros creéis que los discípulos de Jesús estaban pensando, aun alegóricamente, en arrancar un palo que está clavado y fijo en tierra?]

Mateo 27:37 obre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
[L., vosotros pretendéis que al Señor lo clavaron en un palo vertical anclado en tierra con las manos clavadas por encima de la cabeza. Pues explícame a mí claramente por qué la Escritura dice que le pusieron el titulus sobre la cabeza y no sobre las manos]

Juan 20:25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.»

[L., si fuera cierto lo que vosotros afirmáis habría bastado con un clavo para fijar las manos de Cristo al palo. No lo niegues, porque en las imágenes que aparecen en vuestras publicaciones se ven las manos superpuestas y atravesadas por un solo clavo. ¿Por qué entonces dice aquí Santo Tomás tôn élon (de los clavos) y no toû élou (del clavo)?]

Efesios 3:17-19 que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.

[Algunos Padres de la Iglesia, como Gregorio de Nisa, y los comentaristas más antiguos de la Escritura vieron en este párrafo una clara alusión a la cruz. Y es que hay que ser un adoquín para no ver en el transfondo de esas palabras una evocación enormemente gráfica de la cruz de cuatro brazos]
Si, como decías en el hilo de la Natividad, crees verdaderamente en el tenor literal de la Biblia, tienes que dar una explicación plausible a todo esto. Tienes un compromiso con la Sagrada Escritura. Pero si estuvieseis dispuestos algún día a reconocer que estáis sembrando errores que os alejan a vosotros y a muchos del Dios verdadero de la Buena Nueva, bastaría con que salierais ahí fuera (como dicen tus amigos los gringos) y echarais un vistazo a lo que enseña la Historia. Bastaría con que, por ejemplo, leyeses tú -lo pasarías bomba- a Plauto, el mejor comediógrafo latino de todos los tiempos.

En su pieza Mostellaria, una obra que todos los años es representada por chavales de Instituto, se narra una crucifixión, y en ella aparece el patibulum (brazo horizontal) que, con las manos extendidas, lleva el propio reo al sitio de la ejecución. Bastaría con que leyeras a San Justino (s. II, y vosotros vais diciendo que la cruz es una contaminación pagana del siglo III o IV ¡qué valor tenéis!) y su descripción de la cruz del Gólgota. O a Tertuliano, que en el año 197 aportaba una enormidad de datos que revelan cómo era la cruz del Señor. Como él mismo afirma en su Apologeticum: "Todo madero plantado en posición vertical forma parte de una cruz".

Y, no te creas, la cosa no acaba ahí. Luego está la evidencia arqueológica: la crux capitata (cuatro brazos) que se halló en una habitación de esclavos de Herculano en 1939, y el famoso "cuadrado mágico" de Pompeya y su desciframiento revelan que los primerísimos cristianos (Pompeya y Herculano fueron sepultadas por las cenizas del Vesubio en el año 79), los recordados, amados e imitados por todos oraban y vivían bajo la protección de la Cruz de Cristo. La verdadera, no ese palitroque con el que los tuyos embaucan a la gente inculta. Podría seguir con las catacumbas y con la pintada del asno a la que ya me referí aquí, pero creo que ya es suficiente.

> Sin embargo la forma del instrumento de ejecución no creo sea lo importante.
Quién lo diría, a juzgar por el empeño que ponéis en convencer a los fieles católicos de que la Iglesia les induce a adorar un símbolo falso y diabólico, provocando en tantos incautos lamentables crisis de fe.

> Si lo es la increíble adoración que se le da a un instrumento de tortura usándolo como fetiche para alejar imaginarios maleficios y conseguir supuestos favores divinos.
Ese cuento tártaro ya no me lo trago. Hay que ser necio para no advertir lo que significa un símbolo, expresión de una conformación mental superior a la que poseen los animales.

> Piensa, Miguel, ¿quién en su sano juicio llevaría colgado del cuello y pondría en un lugar destacado de su casa una copia de un elemento que sirvió para quitarle la vida a un ser querido, se inclinaría ante él lo besaría y le atribuiría extraordinarios poderes?.
La cruz sólo era un instrumento de tortura para los romanos. Para los cristianos, la Santa Cruz es el recuerdo del mayor acto de amor que se ha dado en toda la Historia. Porque, como dijo el Maestro, "nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos". Si además a ese enorme sufrimiento por amor, al que voluntariamente accedió Nuestro Señor, le sigue la gloria de la Resurrección con la victoria definitiva sobre la muerte y la vida eterna de todos , admitidos a la contemplación del Sumo Bien y la Suma Belleza, los católicos no podemos menos que adorar humildes la señal de la Cruz, que nos hace presente al Crucificado y cantar gozosos como hace la Iglesia en la Vigilia Pascual: "O felix culpa!" [pero no se lo digas a R. C., que no le hacen gracia las antítesis ;-)

> Piensa Miguel, piénsalo despacio por favor, una hija mía murió de un golpe que le dio con su trompa un Ford Falcon ¿Sería razonable que pusiera un paragolpe y una parrilla de Ford colgada en mi casa? ¿No es mas bien algo sádico, mas bien satánico?
Sabes que me emocionó lo que nos contaste, pero no tiene en absoluto que ver con la señal de la Cruz, que es un misterio de alegría y salvación, como tan pronto entendieron los primeros cristianos. Y eso que ellos, que fueron en gran número crucificados, sabían lo que representaba su acepción corriente...

> La idolatría ha sido y sigue siendo interés ¿De quién?
El horror a las imágenes no es más que un resabio de tiempos remotos, en que las gentes de las tribus suspiraban por adorar a los ídolos. Hoy sólo vemos en ellas símbolos de fuerte calado, pero que trascienden evocándonos realidades diferentes (la foto... y el ser querido) y en este caso excelsas. Cuando yo beso los pies del crucificado exteriorizo mi deseo y aspiración a besar los verdaderos algún día.

> Los que creemos que el valor de la preciosa sangre de Cristo y aceptamos su sacrificio no necesitamos andar por vista, lo hacemos por fe. 
Yo por la fe y por los cinco sentidos. Y porque no tengo más...

> Por otra parte, es natural que cristianos sinceros a medida que han ido reconociendo errores hayan dejado prácticas paganas, como celebración de navidad y uso de símbolos como del que hoy te ocupas.
Para esparcir falsedades de falsos profetas. Me quedo con la Navidad, "patria de la infancia de todos" (J. L. Martín Descalzo).

La cruz pulveriza al palo y a los Testigos de Jehová 1998/09/24 es.charla.religion L. escribió:

> Y, entre otras cosas, que si entonces hubiera existido el registro de marcas a ya hubierais dejado su uso porque os costaría un dineral que embolsarían sus paganos inventores.
Qué tontadas, L.

>¿Crees acaso que quien dispuso del cuerpo de Moisés para que no se idolatrara su tumba, quien advierte reiteradamente contra el uso de imágenes aprueba esa mescolanza con el paganismo que continuamente hacéis?
Eso sólo reza con vosotros, que cuando os interesa leéis la Biblia al pie de la letra... y cuando no os interesa... mangas y capirotes. No hay Tradición, no hay leches: el puro capricho brooklyniano.

> Si, habéis inventado un sin número de objetos para adoración contraviniendo claramente la enseñanza de Jesús y sus apóstoles.
Mentirijillas, L. Las catacumbas romanas rebosan de peces grabados en la pared, anclas y arados (cruces disimuladas), imágenes del Buen Pastor...

Juan 21:18 «[Jesús a Pedro] En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven,tú mismo te ceñías,e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.»

> ¿Dónde en esta referencia puede verse una diferencia entre cruz y madero de tormento? No puedes negar que aplica a cualquiera de las dos acepciones.
Lo niego, Lito, lo niego y te dejo en pelota picada: si se tratase de un solo palo no habría que extender las manos. Ekteneîs tàs jêirás sou significa tenderás/desplegarás tus manos. Las manos sólo habría que desplegarlas si verdaderamente se anduviera sujeto a un leño en el que después el reo fuese alzado con el palo en sentido horizontal. Porque te recuerdo, L., que en las ilustraciones de vuestros libros Jesús aparece clavado al palo y con las manos juntas, no desplegadas, como dice la Escritura. No cumples con la Biblia y la adaptas a tu conveniencia.

Mateo 16:24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

> Tome su "stauros" o madero de tormento y sígame. No tampoco te sirve...
¿Ah, sí? Hasta los niños saben que todas las ciudades controladas por Roma tenían su particular Gólgota, es decir, un lugar destinado para las ejecuciones públicas en donde estaban anclados en el suelo los palos verticales de las cruces. En el hipotético caso de que a Cristo lo hubiesen ejecutado en un palo, éste habría estado clavado, como enseña la Historia y como se ve en otras muchas épocas con los rollos y las picotas. Habría resultado ridículo que, existiendo, como consta que existió, en Jerusalén un lugar específico para crucifixiones los reos hubiesen tenido que cargar con "el palo" que luego tendría que ser hincado en tierra. Un disparate y una traición más a la Sagrada Escritura.

Marcos 8:34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

> Tome su *madero de tormento* y sígame. No, por lo antediccho la traducción a cruz de un vocablo que siginifca *un solo leño* Otra que no puedes aportar para probar tu teoría.
Tú has desistido ya de argumentar. Repites y repites continuamente la doctrina de tus jefes yanquis, L.

Lucas 9:23 Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

> Igual la palabra mal traducida. No lees o no comprendes el griego.
Qué pillín eres... pero ya no argumentas.

Mateo 27:37 Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»

> El madero era lo suficientemente largo ¿Qué problema hay?
Que entre la cabeza y el titulus, Lito, estarían las manos, como se ve en vuestras ilustraciones. Y en la Biblia pone epáno TÊS KEFALÊS autoû, que quiere decir encima de su cabeza. De su cabeza, L., y no 'de sus manos', que sería epáno tôn jeirôn autoû. Pasas por alto otra vez el tenor literal de la Escritura. Como tantas veces ya, al contrario de lo que predicas.

Juan 20:25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.»

[Lito, si fuera cierto lo que vosotros afirmáis habría bastado con un clavo para fijar las manos de Cristo al palo. No lo niegues, porque en las imágenes ue aparecen en vuestras publicaciones aparecen las manos superpuestas y atravesadas por un solo clavo. ¿Por qué entonces dice aquí Santo Tomás "tôn élon" ('de los clavos') y no "toû élou" ('del clavo')?]

> Se refería a las marcas que dejaron en ambas manos.
Falso de toda falsedad: La voz masculina griega êlos, ou sólo significa clavo o cabeza de clavo, nada de marcas ni coñas marineras. Y aquí aparece en plural. Además, la referencia a las marcas viene justo antes y en acusativo: tòn tópon, el lugar, la señal (tôn élon: de los clavos).
No hay nada como saber griego para advertir vuestros burdos engaños. L., vosotros por un lado y la Biblia por otro sois mundos aparte. Nada que ver.

> No he leído detalles acerca de la cantidad de clavos usados. El que te bases en una representación artística puede llevar a absurdos, mira que vosotros habéis producido cada una... que si nos basamos en ellas...
Primero tendrías que leer -¡y ver en los museos!- una enormidad acerca de las crucifixiones romanas y no tergiversarlo todo a tu antojo.

Efesios 3:17-19 que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.

>¿No será mas bien a los cuatro puntos cardinales?
No habrían obtenido el certificado de escolaridad.

> ¡Andaaa, si de lo que se está hablando claramente es de adquirir conocimiento...! Y ya que estamos con eso ¿No pensaste en tomar el curso que ofrezco?
Con lo que me ha costado formarme, solo faltaba que me deseducara ahora y volviera a las tenebrosas cavernas de la ignorancia. Aunque no creas, hay quien dice que se es feliz cuando se vive indocumentado (el que lo ha escrito es un depurado y culto novelista, claro...).

> Pero lo usais para todo, colgado en el dormitorio para tener buenos sueños, colgado del cuello para protegerse de no sé qué cosas, le prendéis velas, haceis exorcismos ¡Vade retro, Satanás! Hacéis extraños movimientos con la mano,
Di que sí, L., la Cruz gloriosa que no falte, no se nos vaya olvidar fácilmente el sacrificio de Cristo por amor a todos.

> 1 Cor. 10:14: "Amados míos, huyan de la idolatría."
Tú es que llamarías idólatra al chiquillo que tiene en su habitación el póster de Ronaldo (y debajo del colchón la foto de Ronaldinha...).

> Da las excusas que quieras... pero ¿qué hacemos con este mandato?
Yo lo cumplo: no idolatro a nada ni a nadie. ¿Y tú?

> La idolatría ha sido y sigue siendo interés ¿De quién?
Como no sea de los indios...

> Y Satanáz baila de contento. Lo que Dios prohibió ahora os ha convencido a vosotros de darle múltiples aplicaciones.
Pues vosotros os disteis cuenta bien tarde, pues hasta 1937 vuestros Estudiantes de la Biblia llevaban una cruz coronada en la solapa y Wachtower lucía en la portada una hermosa cruz como la que más... ¿Qué pasaba? ¿alternabais entonces con Satanás?

> Aquí tienes algunos comentarios interesantes sobre el histórico uso religioso del símbolo que tomaste prestado: "La cruz en forma de la 'Crux Ansata' [...] era llevada en la mano de los...
¿Pero tú qué te creías? ¿que la Iglesia era una fanática anti-pagana? Pero si estaba encantada con Virgilio, con Horacio, con Livio... ¿A qué debes tú que el jueves se llame jueves (de Jove, o sea Júpiter) y que marzo se llame marzo (de Marte) sino al respeto de la Iglesia a todo lo que de bueno aportaron las grandes culturas paganas? Entérate bien, Lito: cada vez que dices "mañana es viernes", estás invocando a la mismísima diosa Venus/Afrodita ('viernes' < "(dies) Veneris" [día de Venus]).
Ahora que lo sabes ¿qué vas a hacer? Aunque viendo tu interés por los símbolos fálicos...