viernes, 30 de junio de 2017

thumbnail

¿Donde Jesús llamó a Pedro Papa?

Por José Miguel Arráiz

Una de las doctrinas más rechazadas por los hermanos protestantes es precisamente la doctrina del primado de Pedro. Pude comprobarlo cuando recientemente platicando con uno me preguntaba de forma insistente una y otra vez:

 “Pero ¿Donde Jesús llama a Pedro “Papa de Roma” “Jefe de los apóstoles” “infalible" donde?”

Si se han tomado el tiempo de dialogar con protestantes, seguramente habrán escuchado preguntas similares muchas veces: “¿Donde dice la Biblia que Dios es una Trinidad?”, “¿Donde dice la Biblia que se ha cambiado el día de reposo del sábado el domingo?”,“¿Dónde dice esto?, ¿Dónde dice aquello?, ¿Dónde? ¿Dónde? Y ¿Dónde?…”. Es allí donde nos toca a los católicos dar razón de nuestra fe.

Y precisamente para responder esta pregunta, hay que entender primero cual es la esencia del Papado, porque si no nunca se va a comprender donde está el papado en la Biblia.

Pero ¿Donde llama Jesús a Pedro “Papa”, “jefe de los apóstoles”, “infalible”? 

Aquí, la respuesta simple y llana es: EN NINGUNA PARTE….


Si, en ninguna parte, así como en ninguna parte leemos la palabra Trinidad, la encarnación, una lista de los libros que forman parte del canon, y muchas otras cosas que los mismos protestantes suelen aceptar. Y es que en la Escritura como testimonio de la Revelación se encuentran verdades implícitas y explícitas, y sobre muchas de ellas, la comprensión que ha tenido el pueblo de Dios ha ido aumentando con el paso del tiempo.

Y así como la comprensión va aumentando, también la terminología que se ha venido utilizando va enriqueciéndose, logrando así expresar de forma más precisa lo que la Iglesia ha creído y creerá siempre. (De allí se deriva que hoy podamos llamar al sucesor del ministerio ejercido por el apóstol Pedro “Papa”, o al Dios revelado en Tres Personas Divinas “Trinidad”).

El problema de mi amigo protestante es haber planteado la pregunta equivocada, . La doctrina del papado no depende de su terminología, ni tampoco del estilo en que haya sido ejercido a lo largo de la historia, pero precisamente de estos dos puntos quiero profundizar.

La doctrina del Papado no depende de la terminología

Hoy podríamos no llamar al sucesor de Pedro “Papa”, podríamos referirnos a él de cualquier otra forma y eso no cambiaría la esencia del papado. Lo que importa realmente no es la terminología sino lo que esta terminología pretende explicar.

La doctrina del Papado no depende del estilo con que haya sido ejercido a lo largo de la historia

Muchos protestantes que no “encuentran” un Papa en los primeros siglos cristianos fallan en no entender la esencia del Papado. Si su búsqueda la centran en alguien portando el título de “Papa”, con espléndidas ropas, aspecto pomposo y casi dictatorial, demandando que todos los cristianos sigan sus decretos sin preguntas (La imagen que la mayoría de los protestantes tienen del Papado) no lo encontrarán. Es oportuno citar aquí el comentario del apologista católico Mark Bonocore:

“No vamos a decir que la perspectiva protestante no tiene absolutamente ninguna validez. Por el contrario, es algo cierto decir que los Papas de Roma han actuado con un estilo autocrático y dictatorial en muchas ocasiones en la historia cristiana. Sin embargo, el estilo del Papado no define al Papado mismo, ni define su existencia en la Iglesia primitiva”.

Así, no debemos tener problema en aceptar que dicho estilo de Papado no existía, o ha ido variando y evolucionando a medida que la Iglesia ha enfrentado diferentes retos y situaciones históricas, pero el Papado mismo (propiamente definido) existió desde el mismo momento en que Cristo encomendó a Pedro apacentar las ovejas y corderos de su rebaño, y le entregó las llaves del reino de los cielos.

Pero ¿Cual es la esencia del Papado para que podamos reconocerla a lo largo de Escritura y la Tradición?. Mark nos da un concepto bien concreto y resumido:

“El Papado es el ministerio de pastor supremo con poder de jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia Cristiana”

¿Fue ejercido ese ministerio por Pedro, y luego lo hicieron los obispo en Roma desde los primeros siglos cristianos hasta hoy? Allí debo responder sin dudar de forma afirmativa.

La esencia y el ejercicio del Papado en la Escritura

Si hubo días importantes en la vida de Pedro, uno de ellos fue seguramente el día en que Jesús le dio un nuevo nombre. Y es que quizá hoy día que a alguien se le cambie el nombre no tiene mucho significado. Casi siempre los artistas lo hacen antes de comenzar su carrera para que encaje mejor en el mundo del espectáculo, otros simplemente porque están enojados con el nombre que sus padres quisieron darles. “¡Por qué demonios me tuvieron que llamar Filomena!” “¡Como se les ha ocurrido llamarme Pancracio!” se quejan algunos. Sin embargo, en la antigüedad los nombres tenían una profunda importancia, y mucho más cuando Dios mismo era quien cambiaba o asignaba el nombre a alguna persona. Este cambio de nombre venía acompañado de un profundo cambio en la vida de la persona, una nueva función, una nueva identidad.

Así, si repasamos brevemente la Biblia, encontraremos no pocos trascendentales cambios de nombre: Abram por Abraham en Génesis 17,3-6 (porque sería “padre de naciones”), Sarai por Sara en Génesis 17,16 (“madre de reyes”, “princesa fecunda”), Jacob por Israel en Génesis 32,28 (porque “luchó con Dios y los hombres y venció”), e inclusive el nombre mismo de Jesús en Mateo 1,21 (Dios salvador, porque salvaría al pueblo de sus pecados).

Pues así como ellos, le llegó el día a Simón. Estando Jesús reunido con sus discípulos les pregunta:“¿quién dicen los hombres que soy Yo? ”, a lo que como siempre él, llevando la delantera sobre el resto de los discípulos, se apresura a contestar: «¡Tú eres el Cristo!, ¡el Hijo de Dios vivo!.».

Bastante acertadas fueron las palabras de Simón, porque no se lo había revelado “ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en el cielo” . Y es que no podía errar, porque su confesión era producto de la revelación divina. Había revelado en pocas palabras la identidad de Cristo, verdadero hijo de Dios. Jesús le devuelve el gesto y responde cual sería la nueva identidad de Simón, el oficio para el cual él le había escogido, entregado junto con un nuevo nombre:

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”

Se consumaba así un suceso enorme en la vida de Simón. Cristo había dado un nombre nuevo: “Piedra”, y le había dicho que sobre esa Piedra edificaría su Iglesia. Y como con un nuevo nombre viene un nuevo ministerio, así fue que Pedro ese mismo día, también lo recibió:

“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»” 

La similitud de estas palabras y la profecía de Isaías donde se coloca un nuevo mayordomo sobre el reino de Judá es asombrosa:

“Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim, hijo de Jilquías. Le revestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad pondré en su mano, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá. Le hincaré como clavija en lugar seguro, y será trono de gloria para la casa de su padre”

Y es que realmente no fue casualidad que Jesús utilizara esas palabras, sino que intencionalmente llama la atención al contexto de esa profecía, donde un nuevo mayordomo está siendo colocado sobre el reino de Judá (Elyaquim). La figura del mayordomo era ampliamente conocida, ya que era un siervo a quien el rey entregaba las llaves.

El texto de Isaías nos muestra varias de las funciones que ejercía el mayordomo, un ministro al servicio del rey con la máxima autoridad subordinada solo a la del propio rey, y con un rol de paternidad espiritual: “será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá”.

Elyaquim no era realmente un precedente en dicho cargo. Ya en tiempos de Abraham contaba este con un mayordomo (Eliezer de Damasco), lo que demuestra que ya en aquella época era una figura conocida. Posteriormente José (hijo de Jacob) cuando fue vendido como esclavo y fue llevado a Egipto llegó a ser mayordomo en casa de Putifar:

“Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa, y entregó en su poder todo lo que tenía”

Llegó más tarde a ser mayordomo en casa de Faraón,

“Tú estarás al frente de mi casa, y de tu boca dependerá todo mi pueblo. Tan sólo el trono dejaré por encima de ti» Dijo Faraón a José: «Mira: te he puesto al frente de todo el país de Egipto.»”

Así sucesivamente encontramos numerosas referencias a mayordomos en los reinados de Judá e Israel a lo largo de los siglos en 1 Reyes 4,6; 16,9; 18,3; 2 Reyes 10,5; 18,18.37, 19,2; 2 Crónicas 28,7; Isaías 22,15; 36,3.22; 37,2. Importante es que en todos esos casos, había en cada reino, muchos ministros pero un solo mayordomo, con autoridad plena después de la del Rey, y con autoridad de tomar decisiones que ningún otro ministro del reino podía revocar: “abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá”

Jesús siendo heredero del trono de David también de acuerdo a la costumbre designa un mayordomo real sobre su reino. Es en este trascendental acontecimiento donde Jesús llama a Pedro “Papa”, porque es allí, en la entrega de las llaves a Pedro como mayordomo del reino de los cielos, donde se encierra la esencia del oficio petrino. 

Visto desde este punto de vista, toma mucha claridad el porqué Pedro figura como Piedra sobre la que se edifica la Iglesia. Cristo utiliza una metáfora donde compara a la Iglesia con un edificio espiritual, donde los cristianos figuramos como partes de la construcción. Como todo edificio, no todos los bloques van en el mismo lugar ni todos tienen la misma función, así también en la Iglesia los cristianos desempeñamos distintas funciones y ministerios. Pedro ejerciendo un ministerio especial como mayordomo del reino, y cabeza del colegio apostólico figuraría como piedra sobre la que se edifica la Iglesia, lo mismo que los apóstoles junto con Pedro mismo figuraran en otras metáforas como fundamento de la Iglesia (Efesios 2,20).

Por no entender esto un amigo protestante me replicaba:

“Si para ti la iglesia esta edificada sobre un hombre:"Pedro" y no sobre "Cristo" estás en tu derecho de creer de esa manera.”

El error está en que no entienden en qué sentido Pedro es la piedra de Mateo 16,18. Pedro es la piedra sobre la que se edifica en cuanto a la autoridad instituida por Jesucristo para gobernar la Iglesia, mientras la confesión de fe es el fundamento doctrinal de la misma. Cuando los protestantes no diferencian entre ambas cosas terminan por desfigurar y caricaturizar la posición católica, pensando que tenemos puesta nuestra fe sobre “un hombre”. 

El ejercicio del Papado en la historia

Al comienzo de estas reflexiones decía que si bien la esencia del Papado siempre ha sido la misma, su estilo ha ido cambiando a lo largo de la historia, a medida que la Iglesia enfrentaba distintos obstáculos y desafíos.

Estando los apóstoles vivos, y siendo guiados ellos directamente por el Espíritu Santo, el ejercicio del oficio petrino consistía principalmente en liderazgo. Es allí donde vemos a un Pedro como representante del resto de los apóstoles recibiendo las órdenes de Cristo de apacentar el rebaño del pueblo de Dios.

“Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.”

Es bastante llamativo este texto, porque si bien el apacentar el rebaño es labor no solo de Pedro sino de todos los pastores, aquí Cristo se dirige solo a Pedro. Pedro no solo tendrá al igual que el resto la labor de pastorear las “ovejas”, sino también “los corderos” (el resto de los apóstoles). Nótese que es refiriéndose a los otros apóstoles que le pregunta “¿me amas más que estos?”.

Es también a Pedro a quien pide Satanás para “zarandear como a trigo”, y por quien ora para que su fe no desfallezca. Quizá más importante de todo esto, es que es a él a quien encomienda confirmar a sus hermanos (los apóstoles) en la fe.

Como mayordomo del reino es quien recibe la revelación de que los gentiles podían entrar a la Iglesia, quien es el primero en predicar en pentecostés, quien toma la iniciativa sobre la necesidad de completar el grupo de los doce, es quien hace la primera curación milagrosa luego de la resurrección, etc.

En definitiva podemos decir que el marcado liderazgo de Pedro en todo el Nuevo Testamento no fue más que el ejercicio de su oficio, pero su estilo de ejercerlo, fue mediante el liderazgo del colegio apostólico.

Luego que es sucedido en su oficio por los obispos de Roma, vemos que durante los cinco primeros siglos ningún obispo usurpa la primacía para él, sino que se le atribuye según la antigua costumbre, al obispo de Roma. Las objeciones frecuentes que hacen los algunos protestantes (porque la mayoría niega de plano tal primacía) referentes a que su primacía era solo de honor y no de jurisdicción no pueden ser sostenidas ante la gran cantidad de evidencia histórica existente. Y es que los Papas desde los días de los Apóstoles, no solo continuaron ejerciendo la jurisdicción suprema en occidente, sino incluso en oriente hasta el gran cisma en el siglo IX.

Sin embargo ya en los primeros siglos tuvo que ejercerse este oficio de distintos modos, y no solo de forma de liderazgo, sino inclusive al disciplinar comunidades rebeldes (Como Clemente Romano al disciplinar a la comunidad de Corinto por haber depuesto a sus pastores), o sirviendo como una última y suprema corte de apelaciones.

Un ejemplo de este ejercicio de primacía jurisdiccional la tenemos precisamente en estas apelaciones, ya que nunca se apela de un tribunal superior a uno inferior. En la historia de la Iglesia nos encontramos con apelaciones de todas partes (obispos, patriarcas y hasta herejes) a la Iglesia de Roma. Muchos ejemplos se podrían citar, pero unos cuantos bastarán:

1) Durante el pontificado del Papa San Víctor (189 d.C. – 198 d.C.) se da una controversia sobre las diferencias existentes entre la iglesia de Roma –a la que seguían casi todas las demás- y las iglesias asiáticas, en cuanto al día de la celebración de la pascua. San Policarpo se trasladó a Roma con más de 80 años de edad para alegar que la fecha en que celebraban la pascua era una tradición que había aprendido del propio San Juan. Debido a esto el Papa y San Policarpo mantuvieron la paz.

Posteriormente cuando el problema vuelve a agravarse el Papa Víctor amenazó con excomulgarles, y ahora interviene San Ireneo, quien tras reconocer su adhesión a la observancia romana, pidió al Papa que no les excomulgara por el apego que mostraban a sus antiguas tradiciones, siendo que no era una cuestión doctrinal. El Papa aceptó no excomulgarles e igualmente a la larga terminaron por aceptar la disciplina romana.

2) Dionisio, obispo de Roma, cerca de la mitad del tercer siglo, después de haber oído que el Patriarca de Alejandría se equivocó en algunos puntos de la fe, exige una explicación y el patriarca en obediencia a su superior reivindica con prontitud su propia ortodoxia. 

3) San Atanasio, patriarca de Alejandría, apela en el siglo IV al papa Julio I, a partir de la decisión dictada contra él por los obispos orientales. El Papa revierte la sentencia del concilio oriental y vuelve Atanasio a su sede.

4) San Basilio, Arzobispo de Cesárea, también en el siglo IV recurre a la protección del Papa Dámaso. 

5) San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla, apela en el inicio del siglo V al Papa Inocencio I para una reparación de agravios infligidos a él por varios prelados orientales y por la emperatriz Eudoxia de Constantinopla. 

6) San Cirilo apela al Papa Celestino contra Nestorio;  Nestorio que no era tonto y también sabía a quién apelar, apeló también al Papa, pero este tomó partido por San Cirilo.

7) Los concilios de Milevis y Cartago celebrados por los obispos Africanos y San Agustín incluidos, piden la aprobación del Papa a sus edictos. Cuando el Papa responde, San Agustín se alegra y da la causa por zanjada. En numerosas cartas mantiene que nada es más claro que el juicio de la sede apostólica.

8) Cuando Eutiques comenzó a predicar la doctrina conocida como “monofisismo” fue condenado por herejía por Flaviano (obispo de Constantinopla) durante un sínodo. Apela entonces al Papa León (De Eutiques al Papa León Ep 21), a lo cual Pedro Crisólogo (obispo de Ravena) le escribe (a Eutiques), para que preste obediencia al Papa: “Nosotros te exhortamos, honorable hermano, que tu obedientemente escuches que ha sido escrito por el bendito Papa de la ciudad de Roma, desde el bendito Pedro, quien vive y preside en su propia silla. Para nosotros, en nuestro celo por la paz y la fe, no podemos decidir cuestiones de fe aparte del consentimiento del obispo de Roma”

9) Para juzgar la causa de Eutiques, en el 449 se intentó realizar en Éfeso un concilio ecuménico (convocado por el emperador Teodosio II con la autorización del Papa León I). El concilio lo precedió Dioscuro (Patriarca de Alejandría), quien apoyaba a Eutiques. Eutiques logró que la carta del Papa traída por los legados papales no fuera leída, y tras esta y otras irregularidades el legado papal (Hilario) anuló la sentencia en nombre del Papa y abandonó el concilio. 

Posteriormente en el concilio de Calcedonia se acusó a Dioscoro de que “había celebrado un Concilio (ecuménico) sin la Sede Apostólica, lo que nunca estaba permitido”, lo cual se refería a haber continuado el Concilio después de la partida de los legados papales. 

El Papa León recibió también las apelaciones Teodoreto y Flaviano y les había escrito al emperador y emperatriz que todos los actos del Concilio eran nulos. Excomulgó a todos los que habían tomado parte en él y absolvió a los que habían sido condenados, (excepto a Domnus de Antioquía), y fue así como un concilio ecuménico fue anulado por el Papa y llegó a ser conocido como el concilio “Latrocinio”

10) En el concilio de Calcedonia, donde por medio de la aprobación del canon 28, se intentaba darle a Constantinopla el segundo lugar después de Roma, se pedía la aprobación Papal para dicho canon, y el mismo patriarca escribiéndole, reconoce que la aprobación de las actas dependía de su sanción. Lo mismo el concilio en pleno le reconoció como sucesor de Pedro y cabeza de la Iglesia Católica.

Si todas estas continuas apelaciones no implican un reconocimiento mismo de jurisdicción, vaya usted a saber que es. 

Objeciones protestantes

Objeción #1: Cristo se refería a sí mismo o a la confesión de fe como la piedra sobre la que edificaría la Iglesia y no a Pedro.

Si bien podemos decir que sobre la fe de Pedro se edifica la Iglesia, no podemos desconocer que también Cristo se refería a Pedro aquí como la Piedra sobre la que la Iglesia es edificada. Hay que tener en cuenta que en ese momento Cristo está cambiando el nombre a Pedro para hacer un juego de palabras “Tu eres Pedro (Piedra) y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”. No tendría sentido cambiar el nombre a Pedro por Piedra para luego referirse a “otra” piedra distinta de Pedro.

La frase en griego dice “ταυτη τη πετρα” ( “epi tautê tê petra” ). Aquí “epi” significa “sobre”, y “ tautê tê petra ” significa “sobre esta misma piedra”. Así, la frase sin el “tê” significaría solo “sobre esta piedra”, pero con el “tê” la construcción gramatical fuerza a identificar la piedra a la que se hace referencia (sobre la que se edifica la Iglesia), con la que se acaba de mencionar (Pedro). Así, es Pedro y no otra piedra a la que se refiere Cristo sobre la que se edifica la Iglesia. 

Una explicación al respecto la da Robert A Sungenis:

“Es importante señalar que aquí Jesús elige la frase epi tautee tee petra (“sobre esta roca”) más que la más ambigua redacción como epi tee roca (“sobre la roca”) o epi petra (sobre una roca). Utilizando el artículo definido o indefinido podría parecer que señala a alguien más que a Pedro, mientras el adjetivo demostrativo tautee ('esta') es más probable que identifique a alguien en la inmediata proximidad gramatical al sustantivo «roca». La única otra roca que se ilustra en la inmediata proximidad es Petros ('Pedro') el cual es un nombre propio que significa «Roca»....” [17]

Tomando esto en cuenta no tiene mucho sentido que alguien pretenda interpretar que Cristo quiso decir “Tu eres Pedro y sobre aquella piedra edificaré mi Iglesia”

Objeción #2: La palabra utilizada con Pedro (Petros) es distinta a la palabra utilizada para referirse a la piedra sobre la que se edifica la Iglesia (Petra), por tanto Cristo no se refería a Pedro como la Piedra.

Los protestantes suelen alegar que la palabra utilizada en el texto griego “Petros” hace referencia a una “piedra pequeña” mientras que “Petra” hace referencia a una piedra grande o roca, sin embargo, hay poderosas razones para desechar ese argumento.

En primer lugar porque en griego koine (el idioma en que se encuentran los escritos del Nuevo Testamento) ambas palabras (Petros y Petra) eran sinónimas. Para referirse a una piedra pequeña existe en griego otra palabra “lithos”, la cual es utilizada en la Escritura frecuentemente de este modo. Un ejemplo lo tenemos en Mateo 15,46:

“quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca (Petra); luego, hizo rodar una piedra (lithos) sobre la entrada del sepulcro”.

En el texto griego para la palabra “roca” se utiliza “Petra” , pero para “piedra” se utiliza “lithos” y no “Petra”. 

Otro ejemplo lo tenemos en 1 Pedro 2,8:

“Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra (lithos) que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, en piedra (lithos) de tropiezo y roca (petra) de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados”

Aquí otra vez se utiliza la palabra lithos para referirse a una piedra pequeña (con la que se tropieza) y petra para una roca o piedra grande.

Más ejemplos:

“y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra (lithon) alguna.»” [18]

“¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra (lithon);” [19]

“Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra (lithon) que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?” [20]

Y así, en cada texto donde la Escritura hace referencia a una piedra utiliza la palabra “lithos”, mientras que cuando hace referencia a una roca utiliza “petra”, pero lo más importante es que Petros no se utiliza NUNCA en toda la Escritura para hacer referencia a piedra pequeña, sino solo exclusivamente como nombre propio de Pedro. De querer el texto griego diferenciar entre Pedro y la Piedra sobre la que se edifica la Iglesia bien pudiera haber utilizado “Lithos” para Pedro, pero no lo hace.

¿Por qué Petros (masculino) en lugar de Petra (femenino)?

Y si con Pedro el texto griego se utiliza “Petros” y no “Petra” es porque a diferencia del arameo, el griego si cuenta con géneros y no era posible asignar un nombre propio de género femenino a una persona de género masculino (Seria tan incoherente como llamar a un hombre en español “Petrina” o “Petronila”). Este hecho lo han reconocido inclusive numerosos eruditos protestantes entre los cuales podemos contar D.A. Carson, R.T. France, Oscar Cullmann, Herman Ridderbos, Craig Blomberg, William F. Albright, C.S. Mann, Craig S. Keener, Francis Wright Beare, Eduard Schweizer, Ivor H. Jones, M. Eugene Boring, Thomas G. Long, Richard B. Gardner entre otros.

Pero quizá lo que hace esta objeción más inverosímil es que hay evidencia suficiente para pensar que Cristo dijo esas palabras no en griego sino en arameo (el idioma utilizado por Jesús y sus discípulos). Prueba de esto lo tenemos en Juan 1,42 donde San Juan nos narra que el nombre dado a Pedro fue Cefas:

“Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Piedra).”

Cefas (en griego Κηφᾶς = Kēphas) es una transliteración de la palabra aramea Kēphas (roca). Pedro es llamado a lo largo de las epístolas de Pablo repetidas veces por este nombre, lo que no tendría sentido si realmente no hubiera sido ese el nombre dado a él por Jesús.

“Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo»”.

“…ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro”

“¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?”

“... se apareció a Cefas y luego a los Doce”

“...subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía”

“...Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas...”

“Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión.”

 “Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»”

Así, si Jesús llamó a Pedro “Kēphas” debió decir “Tu eres Kēphas y sobre esta Kēphas edificaré mi iglesia”, y allí Pedro figura sin lugar a dudas como la misma piedra sobre la que se edifica la Iglesia. 

Hay que señalar que Kēphas significa “Roca” en arameo, y este idioma para hacer referencia a una simple piedra existe otra palabra “evna”. De Cristo querer dar a Pedro el nombre de una piedra “pequeña” y no una roca le hubiera llamado “Evna” y no “ Kēphas”.

Pero no solo hay evidencia suficiente para pensar que Cristo pronunció Mateo 16,18 en arameo, sino que inclusive todo el evangelio de Mateo fue escrito en dicha lengua y posteriormente traducido (lamentablemente los originales en arameo se han perdido). 

Quizá la más contundente es el testimonio unánime de la Iglesia primitiva sobre el origen de este evangelio. El más antiguo lo tenemos de la mano de San Papias, un discípulo directo del apóstol San Juan (Según San Ireneo de Lyon). Su testimonio lo recoge Eusebio en Historia Eclesiástica:

“Esta es la referencia de Papías a Marcos. De Mateo tenía esto que decir: Mateo recopiló los dichos [logia de Cristo] en lengua hebrea, y cada uno los traducía lo mejor que podía”

Paul L. Meier (historiador protestante) aclara respecto a lo anterior que cuando se refiere a lengua hebrea probablemente lo que se designa es arameo, como en el Nuevo Testamento.

Otro testimonio casi tan antiguo lo tenemos de la mano de San Ireneo de Lyon (discípulo de San Policarpo, quien fue a su vez discípulo de Juan y compañero de Papías)

“Mateo, (que predicó) a los Hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el Evangelio, cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la Iglesia. Una vez que éstos murieron, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió por escrito la predicación de Pedro. Igualmente Lucas, seguidor de Pablo, consignó en un libro «el Evangelio que éste predicaba»”

Orígenes también da testimonio de esto, tal como recoge Eusebio:

“Aprendí por tradición que los cuatro Evangelios sólo son incuestionables en la Iglesia de Dios. El primero en ser escrito fue por Mateo, que había sido recaudador de impuestos pero que más tarde llegó a ser apóstol de Jesucristo, y que publicó en hebreo para los creyentes judíos...”

Y el mismo Eusebio declara lo mismo:

“Mateo predicó al principio a los hebreos, y cuando planeó ir también a otros, escribió su Evangelio en su propia lengua nativa para los que iba a dejar, llenando su escrito el vacío que dejaba su partida”

San Atanasio en su sinopsis de la Sagrada Escritura afirma lo mismo:

“El evangelio de Mateo fue escrito por Mateo en dialecto hebreo, publicado en Jerusalén, y Santiago, el hermano del Señor hizo una traducción”

San Juan Crisóstomo en su homilía sobre Mateo escribe:

“De Mateo nuevamente es dicho, que cuando aquellos que entre los judíos habían creído vinieron a él, al tener que dejarlos les escribió las mismas cosas que él les había hablado por palabra, él también compuso su evangelio en la lengua de los hebreos”

Epifanio de Salamina en su Panarion escribe:

“Ellos tienen completo el evangelio de Mateo en Hebreo. Porque no hay duda que todavía está preservado por ellos en escritura hebrea, tal como fue originalmente escrito” 

Pero si esto no fuera poco, San Jerónimo testifica que él mismo vio personalmente el evangelio de Mateo escrito en hebreo, de la cual había transcrito su propia copia.

San Agustín repite lo mismo:

“De los cuatro [evangelios], es verdad, solo Mateo es reconocido haber escrito en lengua hebrea, el resto en griego”

Estas son solo algunos de tantos testimonios, y podríamos añadir a San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio Nacianceno, y todos los escritores eclesiásticos de la edad media repitieron que Mateo escribió en lengua hebrea (arameo).

La Enciclopedia Católica señala que todos los escritores eclesiásticos concordaron en que Mateo escribió su evangelio en hebreo (arameo), y afirmaron que el texto griego era una traducción del arameo (hasta Erasmo quien lo puso en duda). También es hoy aceptado, y no solo por los eruditos católicos. Oscar Cullman, conocido teólogo protestante suizo explica:

“La gran antigüedad y el origen palestino de la sección (Mateo 16,17 ff.) puede ser hoy considerada fuera de toda duda. Esto es mostrado por las grandes características lingüísticas semíticas de esta sección... El paralelismo de las dos declaraciones: «Tú eres la roca, y sobre esta roca construiré...» muestra que la segunda roca no se refiere a nada distinta de la primera. Esto es más claro expresado en arameo donde la misma palabra kepha aparece en ambos lugares, a diferencia del griego...Así aquí el nombre y la cosa son exactamente idénticos. Por lo tanto, debemos suponer que la frase se acuñó originalmente en arameo” 

Los amigos protestantes que lean estas líneas deben saber que si todavía no entienden en donde la Escritura llama a Pedro “Papa”, “Jefe de los apóstoles”, o “infalible”,  los católicos tenemos razones muy bien fundadas tanto en la Escritura como en la Tradición para creerlo. Que no las compartan, no quiere decir que no existan, o que no sean válidas.

Subscribe by Email

Follow Updates Articles from This Blog via Email

No Comments